El 14 de abril de 2025, la compañía Blue Origin llevó a cabo una misión suborbital en la que participaron seis mujeres: Aisha Bowe, Amanda Nguyễn, Gayle King, Katy Perry, Kerianne Flynn y Lauren Sánchez. Este vuelo ha sido catalogado como un momento histórico para la representación femenina en el espacio, marcando un hito en la narrativa de la exploración espacial. Sin embargo, la discusión sobre si estas mujeres deben ser consideradas astronautas o turistas espaciales ha cobrado relevancia, planteando importantes cuestiones sobre la experiencia y el simbolismo que rodea a los viajes espaciales en la actualidad.
En el ámbito de los estudios turísticos, se exploran las motivaciones que llevan a las personas a emprender viajes y cómo estos se convierten en experiencias significativas. Las participantes del vuelo de Blue Origin han cruzado una frontera al dejar la superficie de la Tierra, pero también han entrado en un debate sobre la distinción entre astronautas y turistas espaciales. A medida que el turismo espacial se hace más accesible, un número creciente de personas está participando en vuelos espaciales no como científicos o especialistas en misiones, sino como invitados o participantes que han pagado por la experiencia. Esto ha difuminado la línea entre lo que significa ser un astronauta y ser un turista espacial.
El turismo espacial ha evolucionado desde sus inicios en la década de 1980, cuando la estación espacial Mir comenzó a recibir a civiles no profesionales. Desde entonces, este sector ha crecido hasta convertirse en un mercado de nicho que ofrece breves encuentros con el límite de la atmósfera terrestre. Aunque las pasajeras del vuelo NS-31 no compraron sus asientos, la experiencia que vivieron es representativa de lo que ofrecen hoy en día los proveedores de turismo espacial comercial. Este tipo de viajes, aunque breves, otorgan a los participantes un sentido de prestigio y la oportunidad de formar parte de una experiencia única, desdibujando aún más las líneas entre la ciencia y el turismo.
