
Las tensiones en el mar Báltico han aumentado tras la reciente acusación de Estonia a Rusia por la detención de un petrolero que transportaba petróleo de esquisto desde el puerto estonio de Sillamae. Este incidente se produce en un contexto de creciente vigilancia sobre las actividades marítimas rusas, especialmente después de que Estonia intentara inspeccionar un buque que navegaba desde Rusia.
Según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Estonia, el Green Admire, un petrolero que navega bajo bandera liberiana y es propiedad de una empresa griega, fue detenido por la Federación Rusa mientras se encontraba en aguas territoriales rusas. Las autoridades estonias afirman que el buque había entrado en estas aguas siguiendo un acuerdo trilateral entre Moscú, Tallin y Helsinki, diseñado para evitar zonas de poca profundidad.
Contexto de las sanciones y la flota «sombra»
Desde el inicio del conflicto en Ucrania en febrero de 2022, las naciones occidentales han impuesto restricciones marítimas a Rusia y un límite de precios al petróleo ruso. Estas medidas han llevado a la acusación de que Rusia está eludiendo dichas restricciones mediante el uso de una flota «sombra» de petroleros que operan fuera de los sistemas de seguros occidentales. La situación ha generado un clima de incertidumbre y desconfianza en la región, donde la presencia militar de la OTAN ha aumentado en respuesta a las acciones rusas, que incluyen la supuesta manipulación de cables submarinos.
El ministro de Relaciones Exteriores de Estonia, Margus Tsahkna, ha señalado que la detención del Green Admire está directamente relacionada con los esfuerzos de su país para controlar las actividades de esta flota «sombra». La semana pasada, las autoridades estonias intentaron inspeccionar un buque no registrado y sin seguro que navegaba por su zona económica exclusiva, bajo la sospecha de que pertenecía a esta misma flota y había sido sancionado por el Reino Unido.
Por su parte, Nikolay Patrushev, un alto asesor del presidente ruso Vladimir Putin, advirtió que la Unión Europea y el Reino Unido están considerando nuevas restricciones que podrían interrumpir las actividades de envío de Moscú, lo que podría asemejarse a un bloqueo marítimo. Patrushev también advirtió a los «calentadores de cabeza en Londres o Bruselas» que Rusia no dudaría en desplegar su marina para garantizar la seguridad de sus envíos si los instrumentos diplomáticos o legales resultan ineficaces.
Este escenario refleja no solo la complejidad de las relaciones internacionales en la región, sino también la fragilidad de la seguridad marítima en el Báltico, donde cada movimiento es observado con atención por las potencias implicadas.