
La empatía como debilidad: reflexiones sobre el debate contemporáneo
En una reciente entrevista con el podcaster Joe Rogan, el multimillonario Elon Musk, conocido por sus donaciones a la campaña de Donald Trump, compartió su opinión sobre las motivaciones de los progresistas políticos en relación con la inmigración. Para Musk, la empatía es el factor que impulsa el apoyo a políticas migratorias, y la califica como «la debilidad fundamental de la civilización occidental». Aunque sus declaraciones pueden resultar sorprendentes, no son un caso aislado. La crítica hacia los «liberales de corazón blando» que se perciben como ingenuos o excesivamente emocionales es una postura comúnmente sostenida en círculos conservadores. Sin embargo, también existe una crítica filosófica más amplia que cuestiona la utilidad de la empatía desde perspectivas no necesariamente políticas, incluyendo hallazgos de las ciencias sociales.
Investigaciones en el ámbito de la psicología social sugieren que la empatía puede ocasionar debilidad tanto física como práctica. Un fenómeno relevante es el conocido como «fatiga empática», que afecta a profesionales como consejeros, enfermeras e incluso neurocirujanos, quienes dedican su vida a ayudar a otros. A pesar de su vocación, la empatía que sienten por sus pacientes puede desgastarlos, dificultando su capacidad para desempeñar su labor. Por otro lado, algunos filósofos argumentan que, aunque la empatía puede resultar gravosa para el individuo y la sociedad, en su esencia representa una forma de fortaleza mental que nos permite comprender mejor las consecuencias de nuestras acciones en los demás y tomar decisiones más informadas.
Críticas filosóficas a la empatía
El término «empatía» se introdujo en la lengua inglesa en la década de 1890, pero la idea de verse conmovido por el sufrimiento ajeno ha sido objeto de reflexión filosófica durante milenios, bajo conceptos como «piedad», «simpatía» y «compasión». Uno de los primeros en advertir sobre los peligros de la piedad fue el filósofo estoico griego Epicteto, quien en sus «Disertaciones» aconsejaba vivir con tranquilidad interior y libertad. Según él, sentirse compasivo o afligido por el sufrimiento de los demás compromete nuestra libertad. En esta línea, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche también advirtió que la compasión podría ser una carga que impide a las personas vivir plenamente. Estas preocupaciones, tanto de Epicteto como de Nietzsche, se aplican igualmente a la empatía, sugiriendo que puede ser una fuente de sufrimiento innecesario.
Investigaciones en neurociencia y psicología cognitiva han demostrado que el proceso de empatizar con el dolor ajeno implica mecanismos cerebrales que producen sensaciones desagradables, similares a las que uno experimenta al estar herido. Así, la fatiga empática se convierte en una cuestión relevante: ¿por qué empatizar cuando resulta incómodo y, tal vez, no indispensable para ayudar a otros? A pesar de ello, la empatía debe ser vista como un tipo de conocimiento que, aunque difícil de soportar, enriquece nuestra comprensión del sufrimiento ajeno. Como argumentan algunos filósofos contemporáneos, la empatía nos ofrece una perspectiva más precisa de las experiencias y emociones de los demás, convirtiéndose en una herramienta fundamental para abordar cuestiones complejas como las políticas de inmigración.