El pasado miércoles 14 de noviembre, Jair Bolsonaro, el presidente electo de Brasil, anunció al que será su ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo.
Araújo es un funcionario de la cancillería conocido por manifestar públicamente sus posiciones en contra de la «ideología globalista» y el mismo, considera que el cambio climático es parte de un complot de «marxistas culturales».
Según Ernesto Araújo, próximo canciller de Brasil propuesto por Bolsonaro «Este dogma se ha utilizado para justificar el aumento del poder regulador de los Estados sobre la economía y el poder de las instituciones internacionales sobre los Estados nacionales y sus poblaciones», palabras que compartía en su blog.
También, afirmaba que así se busca «reprimir el crecimiento económico en los países capitalistas democráticos y promover el crecimiento de China».
El funcionario detalla en otro de sus posts que la izquierda plantea que «el coito heterosexual es una violación y que cada bebé es un riesgo para el planeta ya que aumentará las emisiones de carbono». A lo que suma, la carne roja, los aires acondicionados y las películas de Disney.
Por estas declaraciones de quien formará parte importante del nuevo Gobierno de Brasil, nace en la cuestión medioambiental una sensación de inquietud por el futuro incierto del pulmón verde más importante del planeta, la selva amazónica, que se encuentra en el país, y sobre la que 136 geógrafos del estado de Pará ya advertían a los brasileños del riesgo que corría ante la elección de Bolsonaro en las presidenciales.
Asimismo, el grupo de investigadores y profesores afirmaba en una carta abierta que la postura de Bolsonaro, era una “postura política” de entrega de los recursos naturales de la mayor selva tropical del mundo “a la iniciativa privada de países extranjeros, eliminación de áreas de protección ambiental, de reservas extractivistas y de ONG (organizaciones no gubernamentales) que, históricamente, luchan en defensa de las poblaciones tradicionales del país.