Servicio de prensa del PCFR en la Duma | Traducido del ruso por Iñigo Aguirre
El 20 de febrero de 2015, en el plenario de la Duma intervino en nombre del grupo parlamentario del PCFR el diputado comunista Viacheslav Titiokin. Reproducimos el texto de su intervención:
Estimados colegas, Estamos en vísperas del 23 de febrero. Por eso en nombre del grupo parlamentario del PCFR, quisiera felicitar las fiestas a todos aquellos que han servido en El Ejército y la Armada soviéticos, o luego en el Ejército ruso.
Hoy está de moda hablar del ejército exclusivamente en un tono distinguido. El día del Defensor de la patria ha pasado a ser no laborable. Recuerdo el 23 de febrero de 1993, cuando en las calles de Moscú, el gobierno formaba barricadas de furgones de antidisturbios para detener la marcha que conmemoraba esta celebración. Entonces predominaba la idea traidora de que en Occidente solo teníamos amigos leales, que actuaban estrictamente solo por el bien de Rusia. Al son de esa flauta comenzaron de modo enérgico a desmantelar el ejército. Se suponía que ya no haría falta. Estuvieron largo tiempo reformando el ejército. Dicen que dos mudanzas equivalen a un incendio. Pues al ejército lo han reformado unas 6 veces.
Durante 5 años mantuvieron al frente del Ministerio de Defensa al todavía libre Serdiukov, quien se empeñó en terminar de quebrar al ejército, eliminado del mismo el espíritu combativo soviético, para convertirlo en un puesto del mercadillo. Por suerte, ahora el señor Serdiukov, ya no va al Ministerio de Defensa, sino a los juzgados. Por ahora solo en calidad de testigo. Confiemos en que tarde o temprano ese status cambiará. Pero no han pasado ni 20 años desde el comienzo de las “reformas”, cuando ahora nuestros “avezados estrategas” han terminado al fin de asimilar que en este mundo solo reconocen el derecho de la fuerza. Es extraño que no lo comprendieran antes. Al fin y al cabo gran parte de nuestra historia milenaria ha transcurrido entre guerras contra “benefactores” de lo más diverso, procedentes especialmente de “Occidente”.
Pedro I creo un ejército regular ruso, que paulatinamente acabó por convertirse en la principal fuerza militar de Europa. Como manifestara el canciller de Catalina la Grande, Alexánder Bezborodko, en aquellos tiempos “ningún cañón en Europa se atrevía a disparar sin nuestro consentimiento”.
Lo mismo ocurrió tras nuestra Victoria en mayo de 1945, cuando de entre el humo de los combates surgió nuestro legendario e invencible Ejército Soviético. Y en el transcurso de otros casi 50 años, ningún cañón en Europa se atrevió a disparar sin nuestro consentimiento. En cuanto derribaron a la Unión Soviética, en el centro de Europa, en los Balcanes, comenzaron a tronar las armas. Los cañones ahora ya no solo disparan en Europa, sino que lo hacen directamente en nuestras fronteras. A veces los proyectiles y las minas han acabado en nuestro territorio. Hemos elevado nuestras más enérgicas protestas diplomáticas, pero nadie nos ha escuchado.
En este mundo el único argumento que reconocen es el de la fuerza. Ha habido algún atisbo de nuestra disposición a recurrir a ese argumento. En lo alto, evidentemente se desentienden de cualquier aseveración que indique que Rusia está apoyando a los milicianos de Novorrusia. Puede que sea lo correcto en el plano táctico. Sin embargo todos reconocen que en el Donbass y en Lugansk están combatiendo miles de voluntarios de Rusia. Al igual que hace cientos de años, la responsabilidad por la defensa de los intereses del país la han asumido las gentes sencillas. Entonces los llamaban cosacos. Ahora, voluntarios. Pero el tema no está en la denominación. Hay que reconocer que son precisamente los voluntarios los que están hoy resolviendo la tarea estratégica de la defensa de los intereses de Rusia en una dirección de tan vital importancia como la ucraniana. Y sin embargo no están protegidos de ningún modo: decenas, cuando no cientos de nuestros conciudadanos han dado ya sus vidas en los combates por los intereses de Rusia.
Son miles los que han resultado heridos o sufren enfermedades derivadas de su participación en los combates. Está bien que a los voluntarios heridos les traten en hospitales militares. Pero el regreso a la patria de los fallecidos, es algo que por lo general asumen sus compañeros de armas. Y eso es un gasto enorme. Mientras no se ve que haya nadie especialmente dispuesto a ayudar a los que han resultado heridos o lesionados en la guerra. No habrá nadie que les dé las gracias. Y eso cuando no se les acuse de mercenarios. Y ya que tenemos el día del Defensor de la Patria, habría que ampliar el concepto de “Defensor de la patria” para aquellas personas, que no están en las filas del ejército, sino en formaciones de voluntarios, defendiendo los intereses de Rusia. Ya en noviembre de 2014 propuse modificar la ley de “veteranos”. El gobierno estuvo en contra. Ahí tienen el valor real de las declaraciones sobre patriotismo. En lo que atañe directamente a nuestro ejército, este será fuerte si se asienta en los avances tecnológicos y en la economía. Algo que en el momento actual se antoja complicado.
¿Qué queda de nuestra gran ciencia? Las ciencias fundamentales las arrojaron al yunque de la “FANO” (Agencia Federal de Organizaciones Científicas), y las sectoriales hace tiempo que las han disuelto, desbaratado. Ya se hablado mucho de eso, no me voy a repetir. Pero he de subrayar que si nuestra ciencia se encuentra en un estado tan lamentable, no habrá desfile militar por suntuoso que sea, capaz de ocultar nuestras debilidades ante una posible amenaza externa. Lo mismo sería aplicable para la economía. La industria militar está recibiendo hoy importantes inversiones: Pero si las fábricas están destruidas, si los obreros especializados se han ido, si se han perdido esas tecnologías, no habrá inversiones que consigan por arte de magia, convertirse en armamento moderno.
El gobierno planea recortar los presupuestos aprobados hace tan solo tres meses. Nos dicen que no va a afectar al ejército ni a la industria militar. Déjenme que lo dude. Los “fieles amigos” del complejo militar industrial en el Ministerio de Finanzas, encontrarán sin falta el modo de arrancar algún pellizco considerable de las asignaciones destinadas a las Fuerzas Armadas y la industria militar, ya que no hay dinero para nada. Pero que no nos vengan con cuentos de que Rusia se ha empobrecido. No cabe uno en sí de gozo, al ver a los caballeros de las compañías de gas y petróleo y sus sueldos de medio millón de rublos al día.
Mientras, anteayer echaron abajo el proyecto de ley que perseguía una escala tributaria progresiva. Por eso en la víspera de un día festivo, tenemos que estar hablando de materias más terrenales y menos elevadas. En cada esquina nos aseguran que la pequeña y mediana empresa es el sostén del desarrollo del país. En occidente, al que tanto reza nuestro bloque económico dentro del gobierno, el porcentaje de esa pequeña y mediana empresa supone el 75-80%. Aquí el 25% y están ya en las últimas. En un intento por compensar la rápida merma de ingresos, el gobierno ha recurrido a medidas extremas. Pero como suele ocurrir, equivocadas. Como sabemos en cualquier gran asunto se pasa por 4 fases: la de mucho ruido, la de confusión total, la de premiar a los que nada tienen que ver y la de castigar a los inocentes.
Lo mismo pasa ahora. La que tienen que pagar los platos rotos y penar por los pecados del gobierno y la avaricia de la oligarquía es la pequeña y mediana empresa. Se pretende que sean precisamente ellos los que tengan que levantar esa doble carga de impuestos y contribuciones: Recordemos aunque sea el intento de los colegas de “Rusia Unida” de gravar con impuestos 22 tipos de actividades empresariales. Han estado a punto de acabar con el pequeño comercio que supone más del 50% del tejido empresarial y que da trabajo a 9 millones de personas. Después, a decir verdad, esa tempestad de protestas obligó a los asesinos de la pequeña empresa a dar marcha atrás. Pero siguen siendo muchos los deseosos de estrangularla.
Recientemente en mi circunscripción electoral, en Tiumen y Surgutá, celebramos dos mesas redondas. Allí los empresarios lanzan aullidos de lobo bajo el látigo de los problemas. Para empezar, cambian constantemente los tipos y cargas impositivas, y el modo de calcularlos. Los llamamientos a congelar la magnitud de los impuestos y a definirse en este sentido aunque sea mínimamente, se los lleva el aire. Es tal el desbarajuste, que ningún inversor extranjero en su sano juicio y con algo de memoria, se arriesgaría a meter aquí cabeza. En segundo lugar está el azote de todo pequeño comercio, la expansión de las grandes superficies comerciales, quienes recurriendo a sus contactos en las altas esferas y a la competencia desleal, acaban devorando a los pequeños.
La ruina del comercio de proximidad, lo es también de los pequeños fabricantes nacionales. No pueden dar salida a su producción, puesto que el “billete de entrada” en las grandes redes de distribución es muy caro. ¿Y quiénes son esos pequeños productores? Los campesinos. Y han sido siempre los campesinos los soldados más resistentes en nuestro ejército. Como conclusión quisiera decir, que la derrota del ejército ucraniano en los combates con los milicianos en Novorrusia, demuestra adónde conduce el desdén y el menosprecio hacia el ejército y la industria militar. Por cierto va ya siendo hora de dejar de hablar de milicianos. Al igual que en febrero de 1918, en los combates contra la intervención alemana, surgiera el invencible Ejército Rojo, del mismo modo en los combates de febrero de 2015 contra la intervención bandero-americana, se ha forjado en calidad de una temible fuerza militar el Ejército Popular de liberación de Novorrusia. Nosotros los comunistas somos optimistas, convencidos de la justeza e inevitabilidad histórica del triunfo de nuestras ideas.
También somos optimistas en relación con el futuro de Rusia y de su ejército. Aún falta mucho para el renacimiento definitivo de nuestras Fuerzas Armadas tras los incontables desmanes de los numerosos reformadores. Pero el viento sopla ya en nuestras velas. Solo cabe preocuparse de que los timoneles conduzcan el barco por la ruta correcta… Les reitero mi felicitación. Gracias por su atención.