El 4 de noviembre de 2008, será una fecha a recordar para los historiadores estadounidenses, pues fue el día en el que el pueblo norteamericano eligió a Barack Obama como su 44º Presidente; cargo que el primer afroamericano en la Casa Blanca ostentó durante ocho años. Resulta muy irónico saber que la administración de un Nobel de la Paz como es Obama, sólo en 2016, haya lanzado nada más y nada menos que 26.171 bombas en 7 países diferentes: Siria, Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Somalia y Pakistán.
Pero deslegitimar el premio Nobel de la Paz no ha sido la única hazaña de Obama, también la de haber conseguido que Estados Unidos pierda influencia en medio mundo, no por ausencia de intervencionismo, si no por una política internacional nefasta. Turquía puede convertirse en la última gran victoria rusa frente a los intereses norteamericanos, después de que EEUU esté a punto de perder la guerra en Siria.
Es necesario recordar que durante los últimos ocho años, cuando la Casa Blanca ha considerado a un aliado estratégico, no lo suficientemente confiable, como norma general, ha organizado su derrocamiento o participado del mismo. Ocurrió así recientemente en Libia y en Egipto, con terribles resultados.
En Libia, pese a que Gadaffi públicamente se oponía al imperialismo Occidental, en la práctica mantenía grandes acuerdos económicos con países como EEUU, Francia o Italia. Sin embargo, al no ser de confianza, fue derrocado y asesinado sin ningún tipo de miramiento. Hoy Libia es un polvorín y el plan de Occidente, incapaz de gestionarla, es dividirla en tres países diferentes: Cirenaica, Tripolitania y Fezzan.
En Egipto ocurrió lo mismo. Cuando tuvo lugar la revolución de la Plaza Tahrir contra el gobierno de Mubarak, los EEUU rápidamente se colocaron del lado de los Hermanos Musulmanes y propiciaron tanto el derrocamiento de Mubarack como de la llegada de Mohamed Morsi al poder. Sin embargo, el pueblo egipcio no quiso tampoco a un presidente como Morsi, aliado del terrorismo yihadista, títere del imperialismo Occidental, y principal aliado de Israel, y el mismo también fue derrocado, esta vez por el ejército egipcio, que tomó el poder, y se alió con Rusia en la arena internacional.
El giro de 180 grados del gobierno de Turquía
Parece que en Turquía se puede repetir la misma historia. Cuando Recep Tayyip Erdogan, dejó de ser un aliado de confianza de la CIA, la misma, intentó en varias ocasiones organizar su derrocamiento.
Cuando en julio de 2016, un grupo de oficiales kemalistas echaran los tanques a la calle para dar un golpe de estado en Turquía, la inteligencia rusa ya había advertido a Erdogan, que pudo escapar y frenar el golpe, según publicó la agencia iraní de noticias Fars.
Este hecho sin precedentes, después de que incluso Turquía hubiera atacado y derribado un avión militar ruso, sentó las bases del cambio de estrategia de Erdogán, quien ahora ve a Estados Unidos, no como un aliado, si no como un enemigo que planea su derrocamiento.
A día de hoy, Erdogán se enfrenta a tres enemigos fundamentales: El PKK kurdo, los Estados Unidos, ansiosos por tener a un títere en el gobierno de Turquía, y los terroristas del Estado Islámico que participan en la guerra de Siria, ansiosos de venganza tras la retirada del apoyo estratégico por parte del gobierno turco.
Es por ello que Recep Tayyip Erdogan, ha virado en su política internacional, y busca ahora aliarse con el gobierno de Putin, con Hezbolá en el Líbano y con el gobierno iraní, postura esta muy compleja debido a la pertenencia de Turquía a la OTAN.
Si esta situación acaba por confirmarse a corto plazo, sería una victoria sin precedentes de la diplomacia rusa, frente a los intereses norteamericanos.
La guerra en Siria la inició Occidente en 2011 con idea de frenar la capacidad de suministro energético de Rusia a Europa, y para hacer de Turquía, aliada de EEUU, regidora de todo Oriente Medio. Hoy, cinco años después, el final de la guerra puede hacer de Bashar Al Assad un líder aún más fuerte de lo que era en 2011, y lograr lo que hasta hace pocos años parecía impensable, un giro de 180 grados en la política exterior turca. Brillante Obama.