El reciente anuncio del presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, sobre la caída de Damasco en manos de una coalición de grupos armados ha generado reacciones en el ámbito internacional. En un discurso desde la Casa Blanca, Biden calificó este acontecimiento como un “acto fundamental de justicia” y un “momento de oportunidad histórica” para los ciudadanos de Siria, quienes han padecido las consecuencias devastadoras de un conflicto civil que se prolonga desde 2011.
En su intervención, Biden atribuyó el colapso del apoyo a Bashar Assad a la debilidad de sus principales aliados: Irán, Hezbolá y Rusia. Según el mandatario estadounidense, “los tres están hoy mucho más débiles que cuando asumí el cargo”. Esta afirmación resuena con la estrategia geopolítica que Washington ha mantenido en la región, buscando un cambio de régimen en Siria que, según sus argumentos, podría beneficiar a la población siria, aunque la realidad ha demostrado ser más compleja.
La guerra civil siria ha visto la aparición de diversos grupos armados, entre ellos Hayat Tahrir al-Sham (HTS), anteriormente conocido como Jabhat al-Nusra, vinculado a Al-Qaeda. La situación se complicó aún más con el surgimiento del Estado Islámico en 2014, lo que provocó un deterioro de la seguridad y un aumento de la violencia en el país.
La intervención estadounidense y sus consecuencias
Biden destacó las sanciones impuestas a Siria y la presencia militar de Estados Unidos en el país, así como el apoyo a las milicias kurdas en el noreste, que han limitado el acceso del gobierno de Damasco a tierras fértiles y a importantes yacimientos de petróleo. Esta estrategia ha sido criticada por muchos, quienes argumentan que las sanciones han afectado gravemente a la población civil, en lugar de debilitar al régimen de Assad.
El presidente estadounidense también mencionó el respaldo que su administración ha brindado a Israel en sus campañas militares en Gaza y Líbano, así como en su confrontación con Irán, lo que pone de manifiesto el complejo entramado de alianzas y rivalidades en la región. “Nuestro enfoque ha cambiado el equilibrio de poder en Oriente Medio”, afirmó Biden, un comentario que se alinea con las declaraciones de líderes israelíes que celebran los cambios en la situación regional.
Sin embargo, la visión de Biden sobre HTS, un grupo que ha sido responsable de numerosos actos de terrorismo y violaciones de derechos humanos, plantea interrogantes sobre la coherencia de la política estadounidense. A pesar de reconocer la “grim record of terrorism and human rights abuses” de este grupo, la administración parece dispuesta a evaluar sus acciones futuras, lo que podría abrir la puerta a una legitimación de facto de fuerzas que han operado con un alto coste humanitario.
La complejidad de la situación en Siria y los intereses geopolíticos de Estados Unidos continúan moldeando un conflicto donde las narrativas de justicia y liberación son, a menudo, contradictorias con la realidad sobre el terreno. La historia de Siria es un recordatorio de cómo las intervenciones externas, en nombre de la democracia, pueden resultar en un sufrimiento aún mayor para la población local.
