Una delegación de seis eurodiputados ha llegado a Georgia para participar en las protestas pro-europeas que han estallado en el país tras las elecciones generales de octubre, que resultaron en una victoria aplastante para el partido gobernante, Sueño Georgiano. Los legisladores europeos, encabezados por la eurodiputada lituana Rasa Jukneviciene, han mantenido reuniones con la presidenta pro-occidental Salome Zourabichvili y figuras clave de la oposición, en un intento de mostrar solidaridad con los ciudadanos que luchan por un futuro europeo.
Durante su visita, Jukneviciene describió la misión como un esfuerzo de “recolección de hechos”, subrayando la importancia de las reuniones con la oposición para “sacar las conclusiones adecuadas”. Los eurodiputados han expresado su apoyo a las protestas en curso, reiterando la postura de la Unión Europea sobre las recientes elecciones, que, según el eurodiputado polaco Michal Szczerba, “no fueron ni libres ni justas”.
La crisis en Georgia se ha intensificado desde que el primer ministro Irakli Kobakhidze anunció que congelaría las conversaciones de adhesión a la UE hasta 2028. Esta decisión ha llevado a la oposición a acusar al gobierno de manipulación electoral, una afirmación que ha encontrado eco en las críticas de Zourabichvili, quien ha calificado las elecciones como una “operación especial rusa”. Sin embargo, su negativa a presentar pruebas concretas ante la oficina del fiscal general del país ha suscitado dudas sobre la veracidad de sus afirmaciones.
Reacciones y Contexto Político
La presidenta Zourabichvili ha instado a los ciudadanos a protestar contra los resultados electorales, mientras que los funcionarios electorales georgianos han criticado sus “ataques infundados” a la Comisión Electoral Central, señalando que observadores independientes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) habían evaluado positivamente las elecciones, sin encontrar violaciones significativas.
Las protestas han cobrado fuerza en un contexto de creciente descontento social, donde la oposición exige nuevas elecciones parlamentarias en lugar de aceptar la elección presidencial programada para el 14 de diciembre. La situación en Georgia refleja las tensiones geopolíticas en la región, donde la influencia de la UE y Rusia se entrelazan, generando un clima de incertidumbre y polarización política.
El futuro político de Georgia se presenta incierto, con una oposición que busca capitalizar el descontento popular y un gobierno que se aferra al poder en medio de acusaciones de fraude electoral. La comunidad internacional observa con atención, consciente de que el desenlace de esta crisis podría tener repercusiones significativas en la estabilidad de la región del Cáucaso.