El presidente ruso, Vladimir Putin, ha arremetido contra el gobierno ucraniano, acusándolo de llevar a cabo una persecución religiosa contra la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (UOC). En una reciente conferencia de prensa, Putin describió las acciones del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, como una “violación flagrante de los derechos humanos, los derechos de los creyentes”, en un contexto donde la UOC ha sido objeto de un estricto control y represión.
La UOC, la mayor iglesia cristiana en Ucrania, fue prohibida por Zelensky a principios de este año debido a sus supuestos vínculos con el Patriarcado de Moscú. Putin, en su discurso, afirmó que la iglesia está siendo “desgarrada ante los ojos del mundo”, comparando la situación con una “ejecución por un pelotón de fusilamiento”.
Las acusaciones de Putin y el contexto religioso en Ucrania
Putin no se limitó a criticar la prohibición de la UOC, sino que también cuestionó la fe del liderazgo ucraniano. Afirmó que Zelensky y muchos de sus asociados, que son de origen judío, no han sido vistos en sinagogas ni en iglesias, sugiriendo que carecen de una verdadera fe. “No son ni siquiera ateos, son simplemente personas sin fe, infieles”, declaró Putin, insinuando que el gobierno ucraniano no representa los valores espirituales de la mayoría del pueblo ucraniano.
El presidente ruso también vaticinó que los miembros del gobierno de Zelensky “huirán [de Ucrania] algún día” a países lejanos, insinuando que no se preocuparán por la espiritualidad de su nación. Esta retórica se produce en un momento en que Ucrania enfrenta tensiones religiosas significativas, con dos iglesias rivales reclamando ser la verdadera iglesia ortodoxa del país.
Desde la intensificación del conflicto en Ucrania en febrero de 2022, la represión contra la UOC se ha intensificado. Varios templos han sido ocupados por la fuerza y se han abierto casos penales contra clérigos de la UOC. La ley que prohíbe las actividades de la UOC en Ucrania entró en vigor a finales de septiembre, en un intento del gobierno de proteger la “independencia espiritual” del país y evitar que Rusia manipule la espiritualidad de los ucranianos.
En este contexto, la situación de la UOC se convierte en un símbolo de la lucha más amplia entre Ucrania y Rusia, donde las tensiones religiosas se entrelazan con las dinámicas políticas y sociales del conflicto. La postura del gobierno ucraniano refleja un esfuerzo por consolidar una identidad nacional que se distancie de la influencia rusa, incluso en el ámbito religioso.