El 27 de julio de 2023, un misil impactó en el campo de fútbol de Majdal Shams, un pueblo druso situado en los Altos del Golán, cerca de la frontera entre Siria e Israel. Este ataque, que no fue reivindicado por ninguna facción, dejó un trágico saldo de 12 niños muertos, cuyas edades oscilaban entre 8 y 16 años. La comunidad drusa, que ha sido históricamente marginada en el contexto de los conflictos en Oriente Medio, se enfrenta una vez más a la tragedia.
Los fallecidos no pertenecían a ninguna de las religiones mayoritarias de la región; eran drusos, un grupo étnico y religioso que ha vivido en esta zona durante siglos. Layth Abu Sal, un habitante del pueblo que perdió a su hijo en el ataque, expresó su desconcierto: “No somos gente de guerra. No tenemos armas ni milicias. Tratamos de estar en paz con todas las partes, sean judíos o musulmanes”.
La identidad drusa y su historia
Majdal Shams, con aproximadamente 13.000 habitantes, es un enclave donde la mayoría de la población es drusa. Este grupo, que mezcla elementos del islam, el cristianismo y el judaísmo, ha sido víctima de la violencia en la región desde el inicio de los conflictos en los Altos del Golán. La guerra de 1967 dividió a muchas familias drusas entre el lado israelí y el sirio, creando una separación que persiste hasta hoy. A pesar de la modernidad y de la tecnología, los drusos continúan comunicándose a gritos a través de la valla que separa ambos lados, una costumbre que se ha convertido en un símbolo de su resistencia.
El 27 de julio, el campo de fútbol se convirtió en un escenario de horror. Los niños, que disfrutaban de un partido, fueron sorprendidos por la explosión de un misil. Layth Abu Sal recuerda el momento en que vio a su hijo Tajr, de 15 años, aún con vida, pero que falleció en sus brazos. “Le toqué y aún tenía pulso. Me miró, me sonrió, cerró los ojos y se murió”, relata con profunda tristeza.
Los primeros en llegar al lugar del ataque fueron los padres de los niños, muchos de ellos médicos, quienes intentaron salvar a los heridos. Sin embargo, la mayoría de los niños murieron en el acto o poco después. La comunidad drusa, que se caracteriza por su educación y su rechazo a la violencia, se vio nuevamente marcada por la tragedia. A pesar de recibir una indemnización, Layth y otros padres afirman que “no hay dinero que recupere a nuestros hijos”.
El misil, que se cree que fue lanzado por Hizbulah, logró eludir los sistemas de defensa israelíes, lo que ha suscitado preguntas sobre la eficacia de estos dispositivos en la protección de la población civil. Según las autoridades, el proyectil voló demasiado bajo para ser interceptado. Este hecho ha dejado a la comunidad drusa en un estado de incertidumbre y miedo, cuestionando la seguridad que se les prometió.
Hoy, el campo de fútbol se ha transformado en un mausoleo improvisado. La valla que fue destruida por el misil sostiene fotografías de los niños caídos, junto con dibujos y camisetas de fútbol en su memoria. La comunidad drusa busca que la historia de estos niños no sea olvidada, simbolizando la tragedia de un pueblo que, a pesar de su deseo de paz, sigue siendo víctima de un conflicto que parece no tener fin.