La Unión Europea se enfrenta a un desafío sin precedentes en el ámbito digital, marcado por la creciente influencia de las grandes tecnológicas estadounidenses. Recientemente, Elon Musk, propietario de X (anteriormente Twitter), ha intensificado sus ataques contra líderes europeos, mientras que Mark Zuckerberg, dueño de Meta, ha adoptado un discurso similar al de Trump, criticando la regulación europea sobre la «censura». Esta situación plantea serias interrogantes sobre la capacidad de Europa para defender su ecosistema digital frente a estos gigantes.
La respuesta política desde Bruselas ha sido, hasta ahora, moderada. La nueva Alta Representante para la Política Exterior y de Seguridad, Kaja Kallas, no ha abordado públicamente las injerencias de Musk o Zuckerberg. Por su parte, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se encuentra actualmente convaleciente, lo que ha dejado a los portavoces de la UE en una posición de contención, limitándose a afirmar que Musk tiene derecho a expresar su opinión y que se evaluarán las acciones bajo la Ley de Servicios Digitales (DSA).
Reacciones de las grandes tecnológicas
Meta ha notificado a la Comisión Europea sobre cambios en sus políticas, que, aunque afectan principalmente a Estados Unidos, incluyen una relajación de las normas contra el discurso de odio en sus plataformas. Esto representa un desafío directo a la regulación europea, que busca proteger a los usuarios de contenidos dañinos. La Comisión está investigando el impacto que estas decisiones pueden tener en el ecosistema digital europeo.
En cuanto a X, la UE ha abierto una investigación sobre su posible incumplimiento de las normativas europeas, centrándose en la eficacia de sus mecanismos de control de contenidos y en la facilidad con la que se pueden crear cuentas falsas. Si se determina que X ha violado las reglas, podría enfrentarse a multas significativas, que alcanzarían hasta el 6% de sus beneficios globales.
La situación ha llevado a algunos a sugerir que los funcionarios europeos deberían abandonar X y optar por plataformas alternativas, como Bluesky, que están ganando popularidad. Sin embargo, muchos siguen utilizando X debido a su capacidad para viralizar mensajes políticos, lo que complica la transición a otras redes.
El clima de tensión se intensifica con las declaraciones de Zuckerberg, quien ha manifestado su intención de colaborar con Trump para oponerse a las regulaciones que considera perjudiciales para la innovación. Este enfoque coincide con el de Musk, creando un frente común contra las normativas europeas, que han impuesto multas a otras grandes empresas tecnológicas en años recientes.
Además de las empresas estadounidenses, la UE también está vigilando a otras plataformas, como TikTok, en relación con posibles injerencias en procesos electorales. La reciente investigación sobre TikTok en Rumanía ha puesto de manifiesto la preocupación por la influencia extranjera en las democracias europeas, especialmente durante períodos electorales.
Ursula von der Leyen ha subrayado la necesidad de proteger las democracias europeas de cualquier tipo de interferencia externa, afirmando que todas las plataformas deben ser responsables de sus acciones. Sin embargo, la creciente injerencia de figuras como Musk, que ha atacado públicamente a líderes europeos, plantea serias dudas sobre la efectividad de estas medidas.
La UE se encuentra en una encrucijada, donde la capacidad de respuesta ante las acciones de las grandes tecnológicas determinará no solo su futuro digital, sino también la integridad de sus democracias. La vigilancia sobre estos actores y la implementación de regulaciones efectivas serán clave en los próximos meses.