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Estudio desacredita la existencia del terremoto más profundo jamás registrado

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enero 23, 2025

Un nuevo estudio publicado en The Seismic Record contradice la afirmación anterior sobre la existencia de un aftershock que alcanzaría profundidades récord en el manto inferior, relacionado con el terremoto de magnitud 7.9 que tuvo lugar en las Islas Bonin en mayo de 2015. Este evento sísmico, que se produjo a 680 kilómetros bajo la superficie terrestre, ha sido uno de los más profundos y grandes registrados en la historia.

El análisis realizado por Hao Zhang y su equipo de la Universidad del Sur de California reexaminó la secuencia de aftershocks de este terremoto y no encontró evidencia del aftershock a 751 kilómetros de profundidad, que había sido reportado anteriormente como el más profundo jamás registrado. En su lugar, los investigadores identificaron un patrón de aftershocks que sugiere la presencia de un pequeño fragmento de un mineral del manto, conocido como olivino, que podría ayudar a entender cómo pueden ocurrir terremotos a tales profundidades.

La complejidad de los terremotos profundos

Los terremotos que se producen a más de 500 kilómetros de profundidad son aún un misterio para los sismólogos. Las extremas presiones y temperaturas presentes en estas profundidades hacen que las rocas tiendan a deformarse plásticamente en lugar de romperse de forma frágil, como ocurre en los terremotos más superficiales. Por esta razón, estos terremotos suelen generar pocos aftershocks, lo que complica la recopilación de datos que podrían ofrecer información valiosa sobre su origen.

Según Zhang, la plasticidad de las rocas en estas profundidades «limita la formación de redes de fractura extensas que típicamente generan aftershocks». Además, las altas presiones de confinamiento promueven una redistribución eficiente del estrés tras el terremoto principal, reduciendo aún más la probabilidad de eventos sísmicos posteriores.

El estudio anterior sobre el terremoto de las Islas Bonin había reportado una secuencia de foreshocks, y otro estudio había detectado un aftershock en el manto inferior. Sin embargo, Zhang señala que ambos estudios presentan inconsistencias y limitaciones metodológicas, lo que hace necesario un nuevo análisis utilizando técnicas mejoradas.

El equipo de Zhang utilizó datos de una densa red sísmica en Japón, conocida como Hi-Net, para localizar con precisión las señales sísmicas del evento. Su análisis no detectó foreshocks, pero identificó 14 aftershocks en el manto superior dentro de un radio de 150 kilómetros del hipocentro del terremoto. Un conjunto de aftershocks se alineó con el plano de ruptura del terremoto una semana después del evento principal, mientras que otro grupo se dispersó en una área más amplia durante la segunda semana.

Los investigadores sugieren que el patrón de aftershocks es compatible con la presencia de una cuña de olivino metastable, que podría ser un sitio de nucleación de terremotos. En una losa subductora, el olivino puede retrasar su transformación en otros estados minerales bajo altas temperaturas y presiones, lo que podría generar estrés y liberar energía, potencialmente desencadenando terremotos profundos.

Este estudio no sólo desafía la afirmación sobre el aftershock más profundo registrado, sino que también abre nuevas vías para comprender los procesos dinámicos en el interior de la Tierra y mejorar los modelos de generación de terremotos profundos. A medida que se continúan explorando estos fenómenos, la ciencia se acerca un poco más a desentrañar los complejos mecanismos que rigen los terremotos en las profundidades de nuestro planeta.

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