Un nuevo incendio forestal ha estallado en el norte de Los Ángeles, provocando la evacuación de decenas de miles de personas y generando una creciente preocupación en una región que aún se recupera de incendios devastadores anteriores. El fuego, denominado «Hughes Fire», comenzó el 22 de enero de 2024, y en pocas horas consumió más de 3,800 hectáreas en las colinas cercanas al Lago Castaic, exacerbado por los fuertes vientos secos de Santa Ana que empujaron una densa nube de humo y brasas hacia adelante.
Las autoridades emitieron órdenes de evacuación para aproximadamente 31,000 residentes de la zona, que se encuentra a unos 56 kilómetros al norte de Los Ángeles, cerca de la ciudad de Santa Clarita. Un habitante de la zona, al empacar su coche, expresó su temor: «Solo estoy orando para que nuestra casa no se queme».
Este incendio se produce en un contexto de tensión en el área metropolitana de Los Ángeles, que ha sido golpeada por incendios masivos en el pasado reciente, que han dejado más de dos docenas de muertos y daños económicos que ascienden a miles de millones de dólares. Mientras California se enfrenta a una difícil reconstrucción, el expresidente Donald Trump reiteró su afirmación errónea de que el estado estaba desviando agua de la zona afectada, amenazando con retener fondos federales en consecuencia.
Respuesta de emergencia y condiciones críticas
Unos 4,000 bomberos, apoyados por aeronaves y bulldozers, han sido desplegados para combatir el Hughes Fire. El jefe de bomberos del condado de Los Ángeles, Anthony Marrone, comentó que la situación sigue siendo dinámica y que aunque el fuego es difícil de controlar, están logrando avances significativos. «Vamos a estar en el lugar toda la noche, ganando control sobre el perímetro y asegurándonos de que podemos apagar los focos activos», afirmó en una conferencia de prensa.
Este optimismo contrasta con el día de nerviosismo que vivió la región, donde muchos ciudadanos seguían de cerca la cobertura televisiva de los esfuerzos aéreos para combatir el incendio. Helicópteros y aviones han estado lanzando miles de litros de retardante de fuego en un intento por contener las llamas. La flota incluye aviones grandes como los Super Scoopers, capaces de transportar grandes cantidades de agua, así como aviones DC-10 y helicópteros de doble rotor.
La situación se complicó con la evacuación del Centro de Detención Pitchess en Castaic, donde aproximadamente 500 internos fueron trasladados a una instalación vecina. Mientras tanto, la Patrulla de Caminos de California cerró la autopista I5 durante varias horas, interrumpiendo una de las principales arterias de la costa oeste de Estados Unidos. Aunque la autopista se reabrió durante la hora pico, el tráfico se congestiona debido a la evacuación masiva.
Las condiciones climáticas han sido particularmente adversas para el control del fuego. Según Brent Pascua de Cal Fire, la combinación de vientos fuertes, baja humedad y la falta de precipitaciones en los últimos meses ha creado un entorno propicio para la rápida propagación del incendio. A pesar de que enero es parte de la temporada de lluvias en la región, el sur de California no ha recibido precipitaciones significativas en alrededor de ocho meses, dejando el terreno extremadamente seco.
