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El impacto silencioso de los centros de datos en la salud pública
El auge de la inteligencia artificial (IA) en los últimos años ha generado una creciente necesidad de centros de datos, infraestructuras esenciales para el funcionamiento de esta tecnología. Mientras que algunos países, como Estados Unidos, han impulsado planes masivos de inversión para construir estos centros y asegurar un suministro energético adecuado, las consecuencias de su expansión se están volviendo cada vez más evidentes, especialmente en lo que respecta a la salud pública. Recientemente, una orden ejecutiva firmada por el expresidente Joe Biden ha reconocido, por primera vez, los efectos nocivos que estos centros pueden tener sobre la salud de la ciudadanía, destacando la importancia de su ubicación y el cumplimiento de estándares de calidad del aire.
La orden ejecutiva, titulada «Avanzando el liderazgo de EE UU en la infraestructura de la IA», establece requisitos específicos para la localización de nuevos centros de datos, como la necesidad de situarlos en áreas que no superen los estándares nacionales de calidad del aire y donde el riesgo de cáncer por contaminación sea igual o inferior al promedio nacional. Este reconocimiento de la conexión entre la calidad del aire y la salud pública es un avance significativo en la política energética y ambiental, ya que pone de relieve el coste humano de una infraestructura que, a menudo, ha sido vista como meramente técnica y económica.
Los centros de datos no son intrínsecamente más contaminantes que otras industrias, pero su rápido crecimiento y la falta de regulación efectiva en torno a la contaminación que generan han planteado alarmas entre expertos. La investigación sugiere que, si no se toman medidas adecuadas, la expansión de estos centros podría superar las emisiones de todo el parque móvil de algunos estados. Además, la relación entre la generación de electricidad para alimentar estos centros y la producción de gases tóxicos, como óxido nítrico y partículas PM2,5, plantea un desafío significativo para la salud pública. En este contexto, es crucial reflexionar sobre cómo se pueden minimizar estos impactos negativos a través de decisiones informadas sobre la ubicación y el tipo de proyectos que se desarrollan.