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El debate sobre las ideologías contemporáneas ha cobrado fuerza en los últimos años, especialmente en el contexto de instituciones académicas y profesionales. Recientemente, el comentarista social británico Matt Goodwin ha señalado que la Sociedad Psicológica Británica (BPS) ha sido «capturada» por lo que él denomina «racistas anti-racistas», aludiendo a la influencia de la teoría crítica de la raza en sus publicaciones y prácticas.
Goodwin sostiene que diversas instituciones en el Reino Unido, como la BBC y el NHS, están dominadas por ideologías que él considera radicales. Sin embargo, su análisis ha sido criticado por su falta de profundidad y por no cuestionar adecuadamente la naturaleza de estas ideologías. En lugar de ofrecer una crítica sustantiva, se limita a calificar la teoría crítica de la raza como «racista», sin definir claramente los términos que utiliza.
La naturaleza de las ideologías contemporáneas
Es importante señalar que las ideologías postmodernas, como la teoría crítica de la raza, no son inherentemente radicales o de izquierda, como muchos críticos suponen. Estas ideologías, que también incluyen el feminismo #MeToo, los derechos trans y la política de diversidad, han emergido como herramientas de control por parte de las élites globales que dominan la economía y la cultura en las sociedades occidentales. En este sentido, su carácter es profundamente conservador, ya que buscan mantener el orden económico existente en lugar de desafiarlo.
Goodwin parece ignorar que, a pesar de su apariencia de radicalidad cultural, estas ideologías son defendidas por grupos que se benefician del status quo. La academia, las grandes corporaciones y la mayoría de los políticos centristas son ejemplos de sectores que, lejos de querer desestabilizar el orden económico global, buscan preservarlo. Su oposición a ideologías anteriores, propias de la burguesía del siglo XIX y principios del XX, no implica un deseo de cambio radical, sino más bien una reconfiguración de la hegemonía cultural.
El análisis de Goodwin sobre la BPS es pertinente, ya que destaca la incoherencia y la falta de fundamento racional de la teoría crítica de la raza. Sin embargo, su enfoque moralizante y su llamado a la élite para que priorice el conocimiento objetivo y la razón son insuficientes. La historia ha demostrado que las ideologías una vez institucionalizadas no pueden ser desplazadas simplemente a través de argumentos racionales o condenas morales.
La incapacidad de los partidos políticos tradicionales, tanto conservadores como socialdemócratas, para abordar este fenómeno radica en su propia adhesión a estas ideologías y a los intereses económicos que protegen. En contraste, figuras como Donald Trump han intentado implementar programas de erradicación de estas ideologías en instituciones estadounidenses, aunque su éxito sigue siendo incierto.
El debate sobre la teoría crítica de la raza y su impacto en la práctica psicológica en el Reino Unido es solo un aspecto de un fenómeno más amplio que requiere un análisis más exhaustivo. La crítica a estas ideologías debe ir más allá de la simple condena moral y buscar entender cómo han llegado a dominar las instituciones que, hasta hace poco, eran bastiones de ideologías más tradicionales.