La desconexión energética de los países bálticos: ¿victoria de la independencia o autogolpe europeo?

In Internacional
febrero 09, 2025

La reciente decisión de los Estados bálticos de desconectarse permanentemente de la red eléctrica rusa ha sido recibida con entusiasmo por Kaja Kallas, la alta representante de la Unión Europea (UE) y ex primera ministra de Estonia. Este cambio, que afecta a Estonia, Letonia y Lituania, se presenta como un hito en la búsqueda de independencia energética de Moscú. Kallas ha declarado que esta desconexión es una victoria para la libertad y la unidad europea, afirmando que «Rusia ya no puede utilizar la energía como herramienta de chantaje».

Sin embargo, esta narrativa optimista contrasta con la realidad que enfrenta la UE. La crisis energética desencadenada por la guerra en Ucrania ha llevado a un aumento significativo en el costo de vida en toda Europa, lo que ha provocado un descontento creciente entre los votantes. Según el Eurobarómetro, el 42% de los europeos citó el alto costo de la vida como su principal preocupación en las elecciones parlamentarias de verano, lo que ha beneficiado a partidos de extrema derecha en varios países.

Dependencia energética y contradicciones

A pesar de la retórica en contra de la energía rusa, la UE ha continuado importando cantidades récord de gas natural licuado (GNL) ruso, a precios mucho más altos. Este gas, que llega a Europa a través de terceros países como Turquía, India y China, ha evidenciado la dependencia persistente de la UE respecto a la energía rusa. La situación se complica aún más con la percepción de que la UE ha creado un «impuesto de virtud» que recae sobre los consumidores, quienes deben asumir los costos de esta transición energética.

La dependencia de la UE de Estados Unidos también ha aumentado, lo que ha llevado a algunos a cuestionar si esta relación es realmente beneficiosa. Durante su mandato, el expresidente Donald Trump dejó claro que esperaba que la UE comprara más petróleo y gas estadounidense, amenazando con aranceles si no se cumplían sus demandas. Esta dinámica ha puesto de relieve la fragilidad de la posición de la UE en el escenario internacional.

La narrativa de Kallas y otros líderes europeos sobre la ruptura con Rusia ignora el hecho de que los países bálticos han estado planificando esta transición durante años. Sin embargo, la percepción de que han estado atrapados en una relación tóxica con Rusia parece ser una simplificación de una realidad más compleja, donde estos países se beneficiaron de la energía rusa mientras se preparaban para el cambio.

La situación se complica aún más por las acciones de Kallas, quien ha abogado por utilizar los activos estatales rusos congelados en la UE para financiar a Ucrania, lo que plantea interrogantes sobre la ética y la legalidad de tales medidas. Además, su familia se ha visto implicada en controversias relacionadas con negocios en Rusia, lo que añade una capa de hipocresía a su discurso público.

En resumen, la desconexión de los Estados bálticos de la red eléctrica rusa es un paso significativo en la búsqueda de independencia energética, pero también revela las contradicciones y desafíos que enfrenta la UE en su camino hacia una mayor autonomía. La retórica de unidad y libertad a menudo choca con la realidad de una dependencia energética que persiste y complica las relaciones internacionales.

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