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Una Francia al borde de la ingobernabilidad en una Europa pusilánime ante EEUU, y en el centro Macron

In Opinión
abril 10, 2023

Las últimas semanas en Francia han sido testigo de manifestaciones masivas y un creciente malestar entre la población. La escasez de combustible y la acumulación de basura en las ciudades han llevado al país a un estado de crisis.

El presidente Emmanuel Macron logró imponer una reforma de las pensiones que no resuelve los problemas existentes y crea injusticias. Por ejemplo, aquellos que comenzaron a trabajar a los 16 años tendrán que trabajar más años que aquellos que empezaron a los 18. En un país que valora la igualdad ante la ley, esta reforma nunca debería haberse implementado.

Macron ha creado deliberadamente un bloqueo del que no hay salida. Durante un año y medio, su gobierno se reunió con sindicatos, rechazando todas sus propuestas y haciendo caso omiso a las manifestaciones en todo el país. Además, utilizó abusivamente el artículo 49 de la Constitución francesa para imponer la reforma de las pensiones, algo que sus creadores nunca habrían imaginado.

Después de una votación en la Asamblea Nacional, solo faltaron 9 votos para que una moción de censura provocara la renuncia del gobierno. A pesar de esto, la ley se consideró «adoptada» sin haber sido sometida a votación en la Asamblea. Esta acción se suma a una serie de medidas represivas que incluyen la violencia contra el movimiento de los «chalecos amarillos».

Francia está ahora dividida en dos: un tercio de la población que no tiene problemas y desea que Macron mantenga el sistema funcionando a su favor, y los otros dos tercios que sienten una profunda ira hacia el presidente. Esta evolución emocional y la unidad que provoca es novedosa en la política francesa.

Desde el punto de vista de Macron, la ley de pensiones se considera «adoptada» y, por lo tanto, él ha ganado. Sin embargo, en la práctica, ha unido a los sindicatos y a los partidos políticos populares en su contra. Solo los miembros de su partido, Renaissance (anteriormente La République en Marche), y algunos de Les Républicains, lo apoyaron. Entre el 80 y el 90% de los franceses se oponen a esta ley y tienen la convicción de que el Ejecutivo no se preocupa por ellos.

La República, en su verdadero sentido, es un sistema que prioriza el interés general por encima de todo. Al dividir al país de esta manera, Macron ha traicionado tanto a la República como a la democracia. El país se ha vuelto ingobernable y ninguna decisión importante podrá tomarse en los próximos meses o incluso años.

Solo un referéndum o elecciones generales podrían desbloquear la situación, pero Macron probablemente perdería en ambos casos. Por lo tanto, no hará nada y se encerrará en el Palacio del Elíseo.

En esta situación Xi Jinping citó a Emmanuel Macron, con quien conversó ampliamente. Tras su visita a China, Macron parece haber experimentado una revelación. Al abogar por una «autonomía estratégica» para Europa y aspirar a convertirse en una «tercera superpotencia», surge la pregunta: ¿estamos presenciando el amanecer de una nueva visión o simplemente un intento de cambio de imagen política tras la crisis interna vivida en Francia?

Hablar de independencia estratégica europea en este punto resulta irónico, considerando que el continente ya ha sacrificado el acceso a energía asequible y barata (Nord Stream), aumentando su dependencia de Estados Unidos. Macron, al respaldar esta postura, ha sido cómplice en la «esterilización estratégica» del sueño de una tercera superpotencia antes de que llegara a ser conocido públicamente.

Europa, en su estado actual, no puede aspirar a codearse con las grandes potencias mundiales. Francia atraviesa una situación delicada debido a las sanciones impuestas desde Washington y su postura en la guerra. A pesar de esto, las declaraciones de Macron representan el primer intento serio de abordar la soberanía europea en el panorama actual, un logro que merece reconocimiento independientemente del contexto.

Europa enfrenta una realidad desindustrializada y debilitada por la inflación. Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, ya ha advertido sobre «graves consecuencias» para China si el gigante asiático proporciona armas a Rusia. Dichas «graves consecuencias» podrían incluir sanciones europeas que afecten a la fábrica mundial y a su principal socio comercial.

El repentino brote de «soberanitis» de Macron, aunque surge de un acto de desesperación política, resuena con una realidad geopolítica crucial y, hasta ahora, inexplorada. Estados Unidos no dudará en utilizar a una Europa sumisa y adormecida como instrumento para debilitar a China, su mayor amenaza existencial para su hegemonía.

Llegará el momento en que los aliados europeos tendrán que poner un alto, ya sea por supervivencia política o un destello de racionalidad. Europa ya está de rodillas tanto económica como socialmente, y una guerra comercial implacable contra China podría ser el golpe final que nos sumerja en tiempos aún más sombríos de los que ya se avecinan.

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