La organización de la procreación y la filiación de los hijos e hijas al grupo es un inmenso campo de estudio que cuenta con las aportaciones de disciplinas como la antropología, la historia o el derecho. La conformación de lo que llamamos familia presenta una gran diversidad tanto si nos movemos en el espacio como en el tiempo. Las familias extensas características de las sociedades agrarias, por ejemplo, experimentaron un gran cambio con la industrialización, dando lugar al modelo de familia nuclear.
También fruto de la industrialización y los consiguientes cambios socio-económicos, la tecnología ha experimentado una gran transformación en todos los campos. La biotecnología y las técnicas de reproducción asistida han permitido a muchas mujeres y parejas poder sortear las dificultades de la concepción. Si bien esto puede ser considerado positivamente, lo cierto es que la aparición de estas nuevas técnicas en la actual fase del capitalismo neoliberal conllevan nuevas formas de explotación del cuerpo humano – que no de su fuerza de trabajo -, y especialmente del de las mujeres.
Un ejemplo de estas nuevas formas de explotación lo encontramos en la mal llamada donación de gametos; óvulos en el caso de ellas, y espermatozoides en el de ellos. Si bien la donación de esperma se puede realizar de forma de sencilla, en el caso de la extracción de óvulos es bastante más complicado. Muchas mujeres jóvenes ven en la donación – venta, en realidad – de óvulos una forma de conseguir una cantidad de dinero nada despreciable en el actual contexto de precariedad. Así, muchas deciden someterse a estimulación y punción ováricas, lo que supone una fuerte medicalización de su cuerpo durante todo el proceso.
Con el aumento de las tasas universitarias, las clínicas – privadas – de reproducción asistida han visto en los deseos de estudiar de las mujeres con pocos recursos una mina ovárica para sus lucrativos negocios. En algunas universidades públicas estas clínicas ofrecen información animando al alumnado a venderles sus gametos; utilizando como anzuelo la compensación económica, evidentemente muy inferior a sus beneficios.
La extracción de óvulos y otras biotecnologías se han combinado para dar lugar a otra forma de explotación del cuerpo de las mujeres. La fecundación in vitro de los óvulos extraídos hacen posible la implantación del embrión en el útero de otra mujer, que recibe compensación por ser la gestante. Así, por un lado tenemos a una “donante” de óvulos que aporta el material genético; y por el otro, un mujer que ejerce de vientre de alquiler que gesta y pare un bebé con el que no comparte ninguna relación a nivel genético. ¿Cuál será, entonces, la adscripción al grupo de este criatura subrogada? O en otras palabras: ¿quiénes serán considerados su padre, madre y familiares? Pues, sencillamente, la pareja que haya pagado por ella y por los costes del proceso biotecnológico, lo que incluye el pago a la donante del óvulo – en caso de ser requerido – y a la gestante subrogada.
De este modo y como producto de los avances tecnológicos en el actual contexto neoliberal, asistimos a una nueva forma de organización de la procreación que, al dividir entre distintas personas la participación biológica en la creación de la criatura, hace que sea el dinero aportado por parte de la pareja demandante lo que le confiere la calidad de miembro de la familia.
Tanto la venta de óvulos como la maternidad subrogada – así como la prostitución – son presentadas actualmente como formas aceptables para las mujeres en situaciones precarias de conseguir ingresos. Así, las más pobres se ven abocadas a mercantilizar sus óvulos, su capacidad reproductora o su vida sexual. Grandes industrias se han erigido sobre las malas condiciones económicas de las mujeres, que en mayor medida – sobre todo en época de crisis – son expulsadas del mercado laboral y relegadas a los puestos más bajos y peor remunerados. En el mundo, son pocos los países que conciben la maternidad subrogada como una actividad altruista, siendo también los países con menor oferta de gestantes, lo que impide la proliferación del negocio. Dependiendo del país y de la experiencia de la gestante, ésta recibirá una compensación económica de entre 10.000€ y 40.000€.
Hasta hace poco, los dos destinos internacionales para la contratación de madres subrogadas eran Tailandia y la India, debido a los bajos precios y a un vacío legal, que convirtieron el cuerpo de indias y tailandesas en un verdadero negocio. Tailandia modificó la ley en 2015, estableciendo que la gestante deberá ser familiar de uno de los dos futuros padres, y que lo hará de forma totalmente altruista. La ley no permite, además, la intervención de agencias en el proceso; y también prohíbe expresamente que personas extranjeras contraten madres subrogadas, destacando como principal motivo el negocio mundial en el que se estaba convirtiendo esta actividad. Cualquier violación de esta nueva ley supone una pena de 10 años de cárcel y multas de 5.400€. Un caso similar es el de la India, donde actualmente hay una propuesta de ley que, de ser aprobada, solo permitirá la gestación subrogada altruista a matrimonios indios, y la gestante deberá ser igualmente una familiar cercana.
Los destinos estrella para gestación subrogada para personas o parejas españolas son Rusia y Ucrania. En Rusia está permitida a parejas heterosexuales y madres solteras, y el coste es de 35.000 a 45.000€. La compensación económica que recibe la gestante es de entre 10.000 a 15.000€. Si está casada, necesitará el consentimiento del marido; y en caso de que así lo decidiera, podrá quedarse con la criatura. En Ucrania, por el contrario, donde el coste es de 28.000 a 40.000€, la gestante tiene prohibido reclamar la maternidad, y sólo pueden ser contratadas por parejas heterosexuales. Además, se permite la selección del sexo mediante diagnóstico genético preimplantacional (DGI). En países como Grecia está prohibido por ley que la gestante cobre más de 12.000€, más o menos lo mismo que cuesta la agencia intermediaria, que cobra entre 8.000 y 12.000€.
Los EEUU son muchas veces presentados como el “elixir de la gestación” por quienes defienden la maternidad subrogada, seguramente ignorando las condiciones y restricciones específicas de cada estado. Nevada, Texas, Arkansas, Florida y algunos otros permiten la gestación por jurisprudencia o por ley; no únicamente la altruista, sino también la comercial. Otros estados como Alaska, Colorado, Carolina del Norte o Idaho no tienen ninguna ley al respecto, pero se muestran favorables a ella. El coste suele ser de entre 80.000 y 150.000€; y la compensación económica de la gestante, de entre 10.000 y 30.000€, aunque no existe un máximo legal como en otros países. En Arizona, Michigan y Nueva York la gestación subrogada constituye un delito penal que supone multas y penas de cárcel.
Exceptuando la provincia de Quebec, única provincia donde no se puede realizar, Canadá es un destino más económico que EEUU, siendo el coste de entre de 45.000 a 60.000€. La maternidad subrogada está permitida para todos los modelos de familia, independiente de su condición sexual o existencia de pareja. Sin embargo, además de una serie de restricciones, está prohibido que la gestante reciba compensación económica, y su finalidad ha de ser completamente altruista. Esto dificulta enormemente la búsqueda de candidatas.
Sin compensación, los gastos se reducen considerablemente, pero también se reduce drásticamente el número de mujeres dispuestas a ejercer de gestantes subrogadas. Todo esto lleva a pensar que la maternidad subrogada, así como la venta de óvulos como actividades económicas, se nutren necesariamente de la pobreza de las mujeres en todo el planeta; tanto en el primer mundo como en los países donde este negocio se deslocaliza para ofrecer precios más competitivos a padres y madres demandantes, muchas veces originales del primer mundo. Es la correlación de fuerzas entre clase sociales a nivel mundial, por tanto, la que configura la maternidad subrogada, posible gracias a la biotecnología, y que prácticamente desaparece cuando el altruismo entra en la ecuación. Al fin y al cabo, parece que las mujeres no están dispuestas a hacer pasar su cuerpo por un embarazo sin que las empuje una verdadera necesidad económica. Es por esto que resultan enormemente cínicas o ridículas aquellas personas que, incluso bajo una apariencia feminista o socialista, pretenden convencernos de que la maternidad subrogada puede ser una actividad inocua dentro del actual contexto de desigualdad estructural de clase, género y nacionalidad.
En España, la maternidad subrogada también ha irrumpido recientemente en el debate político. Después de la decisión de Ciudadanos y su presidente Albert Rivera de impulsar una legislación sobre maternidad subrogada, con puntos como “la irreversibilidad del contrato” o la posibilidad de “compensación económica a la gestante”, se han podido oír distintas voces al respecto. Si bien esta cuestión divide a PSOE y PP, este último partido aparcó la cuestión en su XVIII congreso de hace pocos días, alegando que es necesario entrar en el fondo de la cuestión. En cuanto a Podemos, ya hemos escuchado a algunos de sus miembros hablar en favor de la regulación, como es el caso de Íñigo Errejón.
Es fácil deducir que los cuatro partidos principales citados arriba, liberales en cuanto a sus políticas económicas, probablemente terminen aceptando el hecho de que el cuerpo de las mujeres pobres sean convertidos en incubadoras humanas, eso sí, en virtud de la libre elección y contratación entre las dos partes. El neoliberalismo ha entrado literalmente en nuestros cuerpos a través a de la biotecnología, y probablemente las principales formaciones políticas de esta democracia burguesa sean más partidarias de hacer que permanezca en ellos para beneficio del capital. Las feministas debemos estar alerta.
Gemma Bravo Encabo
Marina Pibernat Vila