Nikolai Stárikov | nstarikov.ru | Traducido del ruso por Íñigo Aguirre.
Cuando comprendes la lógica de los acontecimientos, cuando comprendes correctamente la lógica de los acontecimientos, cuando valoras sensatamente a las fuerzas que compiten en la política internacional, cuando comprendes bien sus objetivos y los métodos a los que están dispuestos a recurrir para alcanzar sus metas, los titulares de las noticias dejan de ser un borrón ininteligible. Eso incluye los futuros titulares de los noticieros.
Nada tiene que ver aquí la adivinación ni se trata de levantar el dedo para comprobar por donde viene el viento. Más bien se trata de la comprensión del sentido de lo que está sucediendo. Cada uno de nosotros siempre confía en que suceda lo mejor, en que no habrá guerra, en que los políticos de los países punteros no cometan actos inexplicables. Pero la historia mundial no es otra cosa que un listado de comportamientos incomprensibles cometidos por los políticos del pasado, mientras que los historiadores del pasado y del presente, no pueden (o no quieren) comprenderlos.
En ese tipo de “enigmas” históricos entraría por ejemplo, la ofensiva de Hitler contra la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. Un ataque absurdo, disparatado, suicida. ¿O puede que fuese obligado? Todas esas versiones no guardan nada en común con la realidad. Hitler no era ningún idiota, maniaco ni loco. Del mismo modo que es un hecho irrefutable que Stalin no tenía previsto de ningún modo atacar a Alemania.
Traslademos ahora esa incógnita histórica al tiempo presente: El presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan, no es ningún tonto, loco o psicópata sanguinario. Rusia nunca ha planeado ni planea atacar a Turquía, nuestro bombardero no representaba ninguna amenaza para la seguridad de Turquía. ¿Qué necesidad había de derribarlo, agravando la ya de por sí caldeada situación internacional, y arriesgándose con ello a convertir a una Rusia amiga, o en cualquier caso neutral, en un enemigo de su país? ¿Para qué arriesgar el flujo de millones de turistas rusos, los proyectos económicos y el gaseoducto “Turkish Stream”? ¿Una incógnita? Si no se comprende la lógica de la política internacional, desde luego; un misterio insondable.
Y si al frente de Rusia en vez de estar una persona con voluntad de hierro y nervios de acero, hubiese estado otro, en los futuros libros de texto de historia podrían haber escrito que la nueva guerra mundial comenzó por la decisión “inesperada e inexplicable” del presidente de Turquía, de derribar una avión ruso.
Los políticos “pierden el juicio” únicamente cuando no se quiere o no se pueden mencionar los motivos de su comportamiento, que explicarían sus actos. Tras esta decisión “inesperada” de Turquía aparece aquel que puede compensar a Turquía todas las consecuencias negativas de la confrontación y agravamiento de las relaciones con Rusia.
La pregunta de quién está en condiciones de hacer algo así, solo tiene una respuesta: La mayor potencia mundial, los Estados Unidos de América. Por el contrario todas las versiones “alternativas” del tipo: “todo el gobierno de Turquía se ha vuelto loco al mismo tiempo”, o “Rusia es la culpable”, no son otra cosa que basura informativa. Adolf Hitler atacó a la Unión Soviética no porque la URSS tuviese la culpa de nada, y tampoco porque el Führer hubiese perdido el juicio. Gran Bretaña había prometido a Hitler el fin de la confrontación y la paz en caso de que asestara un golpe a la Unión Soviética.
¿Por qué estamos hoy hablando de esto? Porque el 11 de noviembre grabé y subí a mi videoblog un análisis en el que al referirme a la catástrofe de nuestro avión en el Sinaí, dije: 1. Después de Egipto, Turquía dejará de ser un lugar de vacaciones seguro para los turistas rusos. 2. Sobre la necesidad de desplegar sistemas de defensa antiaérea, para dar cobertura a nuestra base y a los aviones en el aire (a partir de minuto 16:15). Por desgracia esa enfática afirmación de que “derribaremos todo lo que vuele mal” no fue pronunciada con antelación, sino solo tras la tragedia con nuestro avión de combate.
P.S. En febrero de 2011 ya escribí sobre lo que estamos ahora observando en Oriente Próximo