Aurea Garde* | Hace unas fechas me enteré de que el compañero Alberto Garzón había impartido una charla sobre Socialismo, feminismo y republicanismo, y debo confesar que me llamó la atención, porque sonaba paradójico que la misma persona que recientemente había acordado un Programa de Gobierno de 50 puntos, y del cual se había omitido cualquier medida, referencia o reivindicación a algo parecido al socialismo, el feminismo y el republicanismo, desenterrase ahora uno de esos ejes ideológicos que tradicionalmente ha abanderado Izquierda Unida, pero que él mismo había contribuido a sepultar en un momento en que -dentro del entusiasmo general ante “la inminente victoria” que todas las encuestas presagiaban-, la táctica de la “renuncia permanente” a nuestros principios y objetivos se consideraba una maniobra inteligente y plenamente justificada. Esta circunstancia no hace más que ilustrar una actitud de cinismo que se ha instalado de un tiempo a esta parte en el seno de la organización a la que pertenezco, y que me desconcierta profundamente a la par que me provoca consternación, sin que acierte, además, a comprender cuáles son las verdaderas intenciones que impulsan esta manera de actuar.
Aunque tal vez sí que lo entienda (lo que no entiendo más bien es que tanta gente de la anterior y de la actual Dirección de IU se haya subido a ese carro): basta con leer el Documento Político que el compañero Alberto Garzón planteó con ocasión de la XI Asamblea Federal de IU, celebrada el pasado mes de junio. A lo largo de sus páginas, nos encontramos con que la disolución de Izquierda Unida (o, al menos, su vaciado de contenido), representa uno de los elementos fundamentales que se persiguen. La militancia, según constaba en ese Documento, queda relegada simplemente a desempeñar un papel de “mano de obra” estajanovista y de pura comparsa; los órganos de dirección son despojados de muchas de sus atribuciones, y éstas, junto con la representación institucional futura, se confían a una entidad diferente, a la que se otorga el nombre de Unidad Popular, y que en realidad a la postre ha desembocado (o degenerado) en lo que actualmente conocemos como Unidos Podemos.
Todo ha sucedido con celeridad pasmosa, a un ritmo vertiginoso, para así impedir a toda costa la reflexión tranquila, un debate sosegado y, especialmente, la posible configuración de una respuesta de oposición mínimamente sólida. Y para justificar semejante golpe de timón, se ha apelado a dos argumentos tan aberrantes como inconsistentes: 1) la trayectoria de Izquierda Unida durante sus tres décadas de existencia se revelan como un fracaso absoluto, y 2) los pasos que se vienen dando refuerzan la aspiración largamente invocada de la “unidad de la izquierda”.
Resulta harto curioso que algunos de aquellos compañeros y compañeras que con tanto entusiasmo han abrazado la afirmación de que el proyecto de IU no haya servido nunca de nada (por su incapacidad para lograr los fines por los que fue concebida y por la imposibilidad de asemejarse siquiera a la condición de “movimiento político y social” que originariamente preconizaba), sean los mismos compañeros y compañeras que han ocupado posiciones de liderazgo en ese mismo proyecto tan denostado, incluido el propio compañero Alberto Garzón. Esto, por pura lógica, les invalidaría para continuar llevando las riendas de esa nueva entidad que pretenden alumbrar, por cuanto se corre el riesgo de que, inevitablemente, incurran en esos “abominables” errores que con tanto ahínco denuncian.
En cuanto a lo de la “unidad de la izquierda”, existen análisis que se recogieron en informes aprobados en los distintos órganos de dirección federales, en los que se señalaba que Podemos se correspondía con la reacción que los años de recortes y de “austericidio”, a partir de 2008, habían provocado en determinados sectores de la burguesía y de la clase media, aterrados ante la erosión de su situación relativamente cómoda y confortable dentro del sistema, y que, en el fondo, no ambicionaban más que un retorno al estado de cosas previo a 2008. Vamos, una formación política “liberal”, en el sentido clásico del término. Y que yo sepa, todos esos análisis continúan vigentes porque nadie ha alzado la voz para indicar su falsedad.
Paralelamente, la Dirección Federal de IU resaltó la importancia de “no dejar huérfano” al electorado genuinamente de izquierdas, de no “traicionar” a ese millón largo de votantes que, contra viento y marea, habían perseverado en las urnas otorgando su respaldo a las candidaturas de IU. Curiosamente, ese millón largo de votantes es al que se ha terminado efectivamente por traicionar desde el mismo momento en que, el pasado 26-J, la izquierda real, transformadora y organizada de este país renunció a contar con un cabeza de lista propio, y las personas que se sienten socialistas, feministas y republicanas, se sintieron esta vez huérfanas de referente político al que votar.
Ya lo ocurrido con ocasión de la XI Asamblea Federal de IU resultó sumamente gráfico para descifrar las claves de lo que se estaba fraguando y de lo que nos aguardaba. Los sucesivos plebiscitos internos, se habían revelado prácticamente como una pantomima; no solo se convocaron deprisa y corriendo, sino que además la participación fue paupérrima. Solo se había conseguido que las bases de IU afrontaran esas semanas cruciales tan desmotivadas como desmovilizadas. Los nuevos Estatutos se presentaron a solo 24 horas del arranque de la Asamblea y se votaron sin apenas debate, con muchos delegados y delegadas todavía registrándose… Y los discursos, bueno, en fin, los discursos en algunos casos recordaron, por un lado, a los que se escuchaban en la antigua Unión Soviética en los tiempos de la Perestroika (con el famoso tren de la historia), y, por otro, a Francis Fukuyama, a través del tan cacareado “ahora o nunca”.
En principio, así pretenden que se quede todo. Que nadie recuerde lo que se ha dicho y lo que se ha hecho. El pasado inmediato debe borrarse y el más alejado, tergiversarse, como si formáramos parte del mundo de 1984 de Orwell.
Durante años, IU se ha dirigido a la ciudadanía bajo el lema de Rebélate, sosteniendo la premisa de que la toma de conciencia ante las injusticias y un espíritu crítico e inconformista suponen una condición imprescindible para colocar los cimientos de un movimiento galvanizador con el que revertir las situaciones más lacerantes. Deberíamos plantearnos si hemos de asumir también ese lema de puertas para dentro, aprovechando los procesos asamblearios territoriales que tenemos en ciernes, también en Navarra, para frenar esta deriva cínica, autoritaria, de medias verdades y liquidacionista a la que nos están abocando.
*Aurea Garde Busóm es Licenciada en Filología Hispánica, miembro de la Dirección Federal del PCE y de la Ejecutiva de Izquierda Unida en Navarra