Es tal el despiste, desconocimiento, ignorancia, oportunismo y arribismo que veo en la «izquierda» considerada alternativa, especialmente en lo que queda del PCE e IU y Podemos, que me veo en la necesidad de intentar aclarar algo.
Aquí, la derecha de toda la vida, sea catalana, vasca, madrileña o andaluza, ya hace su trabajo de toda la vida: Buscar el mayor beneficio en el menor tiempo posible. Los nacionalistas hacen el suyo, últimamente desmadrado en Catalunya, vender identidad. Los herederos de ETA y Terra Lliure también. Que la izquierda real se despabile.
Los nacionalismos, sean grandes o pequeños, siempre inventan y reinventan su relato deformando la realidad, recreando la historia y encontrando una masiva clientela que se la compra. Sin remontarnos muy lejos, los diversos nacionalismos, investidos de patriotismo, crearon las bases, prepararon las condiciones y produjeron la Primera Guerra Mundial, en la que se destruyó Europa y murieron y quedaron con graves deformaciones físicas millones de personas, la inmensa mayoría de ellas trabajadores/as de cada país que se enfrentaban a los de los países vecinos, en nombre de la patria de los ricos y burgueses que los mandaban al matadero a defender sus intereses de clase. Y luego vino la Segunda Gran Guerra, culminación de un proceso en el que los derrotados de la Primera Guerra, Alemania especialmente, que con el nazi-fascismo impulsado por Hitler y las SS contra la Europa que les había humillado como potencia, levantó cabeza economicamente, no creando precisamente bienes y servicios para el bienestar y la paz de sus ciudadanos y los de toda Europa, sino compitiendo con las grandes potencias mundiales en la fabricación de armamento para la guerra y para la conquista y dominio de territorios. Me ahorro detalles de esa nueva trágedia que superó ampliamente en odios identitarios, con el holocausto y otros genocidios, muerte y destrucción, a la de la Primera Gran Guerra, porque su historia es bien conocida, por poco que uno se interese en conocerla y entenderla.
Luego se han producido hasta nuestros días multitud de golpes deEstado, guerras de rapiña para quedarse con la riqueza de los pueblos, en Africa, América Latina, Asia…, hasta las más recientes intervenciones imperialistas en Afganistán, Yugoslavia, Iraq y todo el Oriente Próximo y Medio, cuyo terrible saldo y secuelas más trágicas son la muerte de centenares de miles de personas, la destrucción de países enteros, como Iraq y Libia, los seis años de guerra de agresión que ha sufrido Siria con miles de muertos, la creación por el imperialismo de un movimiento terrorista y, como guinda del pastel civilizatorio que dicen defender los agresores, la vuelta a la venta pública directa de esclavos en Libia, que se viene a unir a la criminal trata de blancas que esclaviza a mujeres niñas y niños. En todos estos golpes de estado y guerras terroristas impulsadas por EEUU, Israel, los estados feudales del Golfo y los socios necesarios de la Unión Europea, el motivo es siempre el mismo aunque se disfrace de derechos humanos y de lucha por las libertades: el control de las riquezas de los pueblos, el control y dominio geopolítico del territorio para hacerlo posible, la imposición del gran nacionalismo imperialista sobre los pueblos frente a la imprescindible convivencia y colaboración económica, comercial, social y humana pacífica entre estos. Así fue en 2014-18, en 1939-45, en Vietnam, Chile o Afganistán, Libia…
Sirva este genérico repaso por encima para situar el motivo principal del artículo. En él quiero explicar algo de mi trayectoria política personal y mi corresponsabilidad en la deriva aventurera de una parte importante de la sociedad catalana, impulsada por la locura racista identitaria, detrás de la cual sólo hay intereses particulares y de clase. Soy, como tantos millones, un producto humano nacido después de una guerra civil promovida por el fascismo español y europeo contra la Segunda República Española. Un golpe auspiciado y apoyado por las fuerzas económicas dominantes en España, incluidas las catalanas de forma especial. El régimen franquista surgido de la derrota republicana impuso una ley de hierro fundamentada en la venganza, la liquidación de todos los derechos democráticos y la persecución sin piedad de todo grupo o persona que se opusiera o enfrentara a las normas de la Dictadura. Esta situación generó miles de muertos, torturados y encarcelados, que se unieron a los centenares de miles de muertos en la guerra, al tiempo que se reprimían expresiones culturales y lingüísticas de amplios sectores de la ciudadanía, en especial en Catalunya, Euzkadi y Galicia, para las que la IIª República había aprobado estatutos de autonomía en el marco de la Constitución republicana. Una Constitución en cuyo título preliminar rezaba, entre otras consideraciones aprobadas, que » España es una República de trabajadores de toda clase que se organizan en régimen de Libertad y de Justicia. Los poderes de todos los órganos emanan del pueblo», «España es un Estado integral, compatible con las autonomías de los municipios y de las regiones». El avance político, de organización democrática del Estado y de derechos sociales reconocidos y tutelados expresamente por la Constitución de 1931, se fueron al traste con la derrota republicana en 1939 y la imposición de la Dictadura franquista. Los cretinos que tan alegremente hablan de que la España actual continúa siendo una especie de dictadura franquista, emanada de la traición política de la izquierda en la transición, lo que, según ellos, dio lugar al «régimen de 1978», es que son embusteros, si por la edad vivieron, ellos o sus padres, algo de aquello; desinformados voluntariamente sin ningún deseo ni voluntad de aprender; o, simplemente, niñatos que nacieron hace cuatro días y se creen conocer Catalunya, España y el mundo y sólo saben decir cuatro cosas que avergonzarían a un estudiante de primaria bien informado, no deformado desde la infancia por historietas falsas. En Catalunya, esto es el fruto de la paranoia inculcada en una educación fragmentada, falseada, manipulada y gradualmente impulsada a una fanática concepción identitaria, utilizando la llamada ley de inmersión, que debía servir para un completo conocimiento del catalán y su cultura a todos los niveles, y la han convertido en una burda y demagógica forma de tergiversar la historia, marginar el castellano, ese insignificante idioma que hablan cerca de 600 millones de personas en el mundo, al tiempo que descalifican a los españoles por ladrones y retrasados. En esta categoría entramos también los que siendo catalanes nos sentimos asimismo españoles, sin que ello signifique que tengamos que alzar banderas de sectarismo y fanatismo contra nadie. Confunden el nacionalismo franquista, o el nacional-catolicismo, con ser español, con lo cual contribuyen a aumentar la clientela de los grupúsculos marginados y marginales que existen y potenciar la idea de que España es una propiedad de la derecha. El nazional-secesionismo catalán necesita potenciar al nacionalismo centralista y reaccionario español porque éste justifica su existencia, una existencia con orígenes tan enraizados en el viejo carlismo, con sus requetés y sus tercios franquistas de Montserrat, con secuelas dominantes en las zonas rurales catalanas en las que ahora predomina su presencia, y alimentado por las tesis identitarias racistas de algunos padres, abuelos o bisabuelos, de la «patria». Y que, por si fuera poco, conecta con lo más florido del nacionalismo de extrema derecha y fascista de Europa.
Vuelvo al centro del artículo. Los que luchamos contra el régimen franquista en defensa de unas reivindicaciones económicas, sociales, sindicales y políticas, entre ellas «Llibertat, Amnistia, Estatut d´Autonomia» en Catalunya, aceptamos y defendimos teorías y «hechos históricos» que tenían poco que ver con la historia real. Por ejemplo la historieta de 1714, fecha en la que según los «historiadores» que la inventan y glosan, la ancestral Catalunya, espejo de todas las cualidades, perdió fueros y huevos. Es verdad que las personas como yo que lo creímos y lo defendimos por escrito y manifestándonos en las celebraciones clandestinas del 11 de septiembre, escasas de participación, siendo la mayoría comunistas y gentes de izquierda, en las que predominaba la lengua castellana con diversos acentos, del sur principalmente, convocábamos y escribíamos no preocupándonos en excesoco por conocer bien la verdad histórica, pero considerando que que lo que decíamos y hacíamos era válido para luchar contra el franquismo, sensibilizar e incorporar a la clase obrera en su conjunto y a la de origen migratorio en la defensa de los «derechos nacionales» de Catalunya. Los aguerridos independentistas de hoy y sus ascendientes no estaban ni se les esperaba entonces. También defendíamos, siguiendo las orientaciones del partido,»el derecho de autodeterminación», una concepción errónea que no tenía, ni tiene, nada que ver con la situación que había, y hay en España, lo cual no significaba que el partido (PCE_PSUC), o CCOO, en su caso, defendieran la independencia de Catalunya, sino sólo la recuperación de los derechos políticos eliminados por el franquismo en Catalunya y en toda España y la lucha por la construcción de una España moderna en el marco de una nueva realidad republicana. En todas las luchas sociales y políticas que llevamos a cabo en Catalunya siempre estaba presente la unidad, la solidaridad y la coordinación de todos los trabajadores en España y en el marco internacional. Un patrimonio que no debemos perder nunca, sino fortalecerlo y convertirlo en hegemónico y capaz de encabezar el cambio social. Que la izquierda, recreándola si es preciso, recupere su pleno sentido, impulsando con su propia personalidad la confrontación de ideas y propuestas desde el debate, el diálogo y el respeto a las normas democráticas colectivas, organizando la fuerza para su cambio cuando sea necesario y no abdicando nunca de la acción por sus reivindicaciones y derechos económicos, sociales y políticos. La izquierda alternativa de verdad debe abandonar cualquier tipo de aventura mesiánica, que siempre conduce al fracaso, así como la claudicación mendigante ante el poder económico, político y mediático. Ahora es urgente culminar el proceso político actual en España en una reforma constitucional de fondo, tanto en los aspectos económicos y sociales incumplidos y burlados por la derecha y las políticas de derecha como en la culminación de la España autonómica en un Estado Federal, que supere el actual caos. Es necesario y posible. Y los comunistas que no renunciamos a serlo y los socialistas y demócratas que así lo quieran continuaremos trabajando y luchando por una España Federal y Republicana, orientada a un horizonte socialista.
Para avanzar en todo ello, es precisa la corresponsabilidad política o, más concretamente, la social, sindical, intelectual y política, la socio-política, tal como preconizaban el partido y CCOO en aquellos lejanos tiempos de lucha antifranquista por los derechos y las libertades. Han cambiado los tiempos, no hay actualmente más dictadura que la del capital, en Catalunya y en el resto de España, en Europa y en el mundo. Una dictadura que puede adoptar diversas formas políticas en función de la relación de fuerzas en la lucha de clases. En España no hay presos políticos. En España, uno de los aspectos fundamentales de la actual lucha de clases es reducir hasta acabar con ella la alienación, más bien narcotización social de masas, producida por las políticas conservadoras del sistema. Y ello sólo es posible hacerlo pacientemente a través del conocimiento, la organización, el compromiso y la movilización. Hay muestras diversas de ello: en las acciones de los jubilados por la mejora de las pensiones, de los trabajadores de la administración pública para recuperar los descuentos de salarios durante estos años, de las mujeres y sociedad contra la violencia machista, de trabajadores que defienden con la huelga sus puestos de trabajo…etc. Pero son luchas dispersas, a las cuales la izquierda sindical, intelectual y política debe dar respuesta organizada, coherente y global. Y Catalunya y su clase trabajadora codo a codo y dentro de la España que lucha y cambia las cosas. Y la izquierda catalana y del resto de España defendiendo un proyecto democrático y social propio y no ir detrás de los nacionalismos de baja estofa conducidos por diversas versiones del sectarismo de la burguesía.