Marx nació hace 200 años. Cuando tenía 28 años, él y Engels escribieron el Manifiesto Comunista que comenzaba así: «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes».
El fantasma continúa dando que hablar y poniendo nervioso a los imperialistas, al menos en su ciudad natal, Tréveris. Junto a la muralla negra romana que recuerda que la localidad fue capital del Imperio Romano, fue erigida una estatua a su ciudadano más ilustre: Karl Marx, la cual fue un obsequio del Partido Comunista Chino.
La estatua inaugurada el sábado 5 de mayo, día de cumpleaños de Marx, provocó encarnizadas discusiones en la oligarquía. Hace más de un año, la iniciativa fue aprobada por el gobierno municipal con 42 votos a favor, siete en contra y cuatro abstenciones. A pesar de eso, el ejecutivo municipal que gobierna la ciudad, compuesto por los socialdemócratas del SPD, los conservadores de la CDU, y los postcomunistas del Die Linke, encontraron una gran oposición contra el monumento, aunque con argumentos contradictorios.
Los ecologistas subrayan que el problema es el hecho de que el Partido Comunista chino pague la estatua. «El que recibe un regalo, acepta el honor de quien lo regaló. Y el Partido Comunista Chino no merece ser honrado», afirman los verdes.
Por otro lado, varias asociaciones de extrema derecha, de «víctimas del comunismo» expresaron su cólera contra la nueva estatua, a pesar de que en el este de Alemania había varios monumentos con la figura de Marx.
Por su parte, los municipios de la ciudad reafirmaron que el monumento no es un instrumento de propaganda, sino un lugar hecho para pensar. Más de 150 mil turistas chinos van anualmente a la ciudad a ver los lugares donde vivió Marx.