Progresivamente se han ido cerrando todas las puertas de la justicia y la ley para aclarar la responsabilidad del asesinato de José Couso y condenar a los asesinos a la pena correspondiente, según exigen las leyes internacionales y nacionales. Esta vez ha sido el Tribunal Constitucional español el que ha declarado que no hay motivo para investigar y condenar, que todo ya está dicho y escrito según la “ley” en el caso Couso. Se demuestra una vez más que las leyes no son iguales para todo el mundo. Y en este caso concreto menos aún ya que con el imperio terrorista de EEUU hemos topado.
El gobierno de EEUU impuso desde el primer momento el silencio más absoluto sobre los crímenes de sus soldados en Iraq y decretó la total impunidad para ellos. No puede haber ningún tipo de juicio ni en EEUU, ni en Europa y el mundo, ni en España. Y aquí inmediatamente quedó clara la sumisión del gobierno y de las principales fuerzas políticas a lo que mandara el boss. Por ello el gobierno del PP y su presidente en aquel momento, José Ma. Aznar, iban a mostrar su desprecio a cualquier decisión que supusiera poner en cuestión la responsabilidad criminal de EEUU y, sobre todo, la participación cómplice de Aznar, su gobierno y su partido en la intervención en Iraq con el pretexto de la posesión por parte de este país de armas de destrucción masiva y colaboración con el terrorismo, algo demostrado desde el primer momento como la gran mentira. La imagen de Aznar con los pies encima de la mesa y su risa estúpida y la sonrisa complaciente de George Bush en aquella foto, algo que debería ser la vergüenza de cualquier persona de inteligencia elemental y sentido común que no tuviera alma de delincuente, no iba a ser desautorizada en el Congreso de los Diputados ante un cartel de exigencia de justicia por parte de los defensores de justicia para José Couso, a pesar de la villanía criminal de su asesinato. Y si ya en aquella ocasión Aznar demostró el desprecio a la verdad y a la justicia y calificó a la familia Couso y a todos los que la apoyaban de anti patriotas, el PSOE y la derecha nacionalista no fueron menos en la aceptación sumisa de la imposición norteamericana. Hubo un conchaveo de todos y de la fiscalía del Estado para aceptar sin rechistar las órdenes de los militares de EEUU, para enfrentarse al imperio de la OTAN y a los dueños de Rota y Morón y para hacer otra cosa que no fuera mostrar su pesar lacrimógeno por el asesinato de josé Couso en el ataque al hotel Palestina de Bagdad después de la invasión ilegal. Por ello, entre todos aprobaron la no persecución internacional de los crímenes y, en concreto, los que afectaron a José Couso y a otros periodistas presentes en el Palestina. En 2014, el PP se cargó definitivamente en el Congreso la posibilidad de justicia universal, justicia universal que el PSOE ya había limitado bastante el año 2009. A partir de entonces, incluso muchos narcotraficantes importantes y confesos han gozado de libertad para continuar delinquiendo por no poder ser enjuiciados internacionalmente.
Y ahora ha venido el golpe del Tribunal Constitucional rechazando la demanda de investigación y justicia de la familia Couso y de todos los que les apoyamos. Los Couso ya han afirmado que continuará la denuncia en el Tribunal de Derechos Humanos de la UE. Y con ellos estaremos.
La segunda cuestión anunciada hace referencia al informe que Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, ha hecho tras una larga visita a
Venezuela, entrevistándose con las diversas partes para, aparentemente, contribuir a un debate democrático entre todas las fuerzas políticas y sociales y establecer un acuerdo de paz y convivencia que permita defender todas las posiciones políticas sin enfrentamientos violentos. Así las cosas en teoría. En la práctica, después de la visita ha firmado un largo informe que parece redactado por el mismo Trump-Guaidó. En él se empieza por una larga retahíla de mentiras y manipulaciones elaborado por los partidarios de la violencia y del golpismo, sin tener en cuenta para nada las opiniones, datos y estudios documentados presentados por los defensores políticos y jurídicos diversos del gobierno que representa en su máximo nivel el presidente Nicolás Maduro. Además de esta parcialidad, el informe Bachellet, que se dice ha sido escrito por los mismos redactores de los dos anteriores, dependientes del anterior representante de la ONU para Derechos Humanos, que era, nada más y nada menos, que un dirigente político destacado del régimen feudal de Arabia Saud, representa la incorporación de un alto cargo de la ONU al montaje conservador-reaccionario impulsado por Trump, Bolsonaro, el colombiano Duque o el chileno Piñera contra el pueblo de Venezuela. Y todo ello es más grave si cabe ya que Bachellet procede de la izquierda, es hija de un general del ejército del aire chileno detenido por Pinochet por defender el Chile democrático, encarcelado y torturado hasta que muere en la cárcel de un infarto después de una sesión de tortura. Michelle Bachelet ha sido, además presidenta de Chile en dos legislaturas por el Partido Socialista.
Lamentablemente para lo que dice representar la izquierda, ha seguido los mismos pasos que su colega Luís Almagro, ex dirigente del Frente Amplio de Uruguay y actual presidente de la Organización de Estados Americanos, que ha llegado a pedir hasta la intervención armada en Venezuela para echar a Maduro. Con todas estas actuaciones de ex representantes de la izquierda latinoamericana y las que realiza la “izquierda” en España y en el conjunto de Europa, a alguién puede extrañarle el declive y la desaparición de esa izquierda, dejando el campo abierto a la derecha, que ni siquiera tiene que arremangarse para continuar ganando la “lucha de clases”. El capitalismo actual en su fase neoliberal más dura ni siquiera tiene que recurrir como en otras ocasiones al activismo violento del fascismo como opción política hegemónica. El fascismo ya actúa e impone sus tesis y políticas en los asuntos capitales de cualquier sociedad: el consumismo, creando consumidores dóciles para que funcione su sistema productivo y mercado y liquidando el sentido emancipador de la clase trabajadora organizada y movilizada,, unido ello a un concepto de la economía al servicio exclusivo del capital, a la industria del armamento y la guerra, reductor de los derechos sociales básicos, de las pensiones, de la educación, e impulsando nuevas modas camufladas tras el pomposo y falso nombre de nuevas costumbres y nuevos derechos que sirven fundamentalmente para dividir y enfrentar a sectores populares y para que la lucha de clases se dé por acabada ya que, como dijo el millonario George Buffet, la han ganado ellos. Y mientras, la clase trabajadora, que debería ser el baluarte de la emancipación social y humana, de la solidaridad internacionalista entre los trabajadores y los pueblos y de la paz, desaparece de la escena.