La reciente situación en Siria ha puesto de manifiesto la complejidad de las dinámicas de poder en la región, así como las contradicciones de las políticas occidentales. A medida que se desarrolla la narrativa sobre el cambio de régimen, se observa un notable cambio en la percepción de grupos que anteriormente eran considerados terroristas, como Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Este grupo, que ha sido calificado por las autoridades occidentales como una extensión de Al-Qaeda, ahora parece recibir un tratamiento más favorable en ciertos círculos mediáticos y políticos.
La historia reciente nos recuerda cómo, en ocasiones, los aliados de Occidente han cambiado de bando según las conveniencias geopolíticas. Osama Bin Laden, en su momento, fue visto como un guerrero de la libertad en la lucha contra la ocupación soviética en Afganistán, solo para convertirse en el enemigo número uno tras los ataques del 11 de septiembre. Ahora, HTS, que ha sido responsable de numerosas violaciones de derechos humanos, es presentado en algunos medios como un actor más moderado, incluso «woke», en un intento de suavizar su imagen ante la comunidad internacional.
La hipocresía del cambio de régimen
El reciente apoyo implícito a HTS por parte de ciertos sectores de la prensa occidental plantea interrogantes sobre la coherencia de las políticas de intervención. Mientras que el ex presidente Bashar al-Assad fue vilipendiado por su gobierno, ahora se observa un entusiasmo por un grupo que, a pesar de su historial violento, es visto como una alternativa viable. La retórica de los líderes occidentales, que celebran la caída de Assad, ignora las implicaciones de respaldar a un grupo que busca establecer un régimen islamista en Siria.
La situación se complica aún más cuando se considera que las mismas potencias que apoyaron la intervención en Libia, resultando en un estado fallido, ahora parecen dispuestas a repetir la historia en Siria. La falta de reflexión sobre las consecuencias de estas acciones es alarmante. La declaración de líderes europeos, como el primer ministro británico y el canciller alemán, sobre la supuesta liberación del pueblo sirio, es un claro ejemplo de cómo se ignoran las realidades sobre el terreno en favor de una narrativa que favorece intereses geopolíticos.
Es fundamental que se reconozca la complejidad de la situación en Siria y se eviten simplificaciones que pueden llevar a decisiones erróneas. La historia ha demostrado que el apoyo a grupos radicales en nombre de la libertad puede tener consecuencias devastadoras, no solo para la región, sino también para Europa, que ya enfrenta las repercusiones de la crisis migratoria provocada por conflictos en el Medio Oriente.
En este contexto, es esencial que se adopte un enfoque más matizado y crítico hacia los actores en Siria, reconociendo que la lucha por el poder puede llevar a resultados inesperados y peligrosos. La comunidad internacional debe ser cautelosa al considerar a sus aliados y enemigos, y recordar que la historia no siempre se repite de la manera que se espera.
