Lola Barraza, de 69 años, y Arturo Casas, de 48, son dos aficionados del Rayo Vallecano que, aunque no se conocen personalmente, comparten una intensa pasión por el club. Para Lola, quien lleva más de 25 años siendo socia, esta devoción se asemeja a una adicción. “Una vez entras, ya no puedes dejarlo”, afirma. Arturo, por su parte, considera que su afición es un hobby que “engancha” y que le permite disfrutar del fútbol junto a su hija de 12 años. Ambos han logrado establecer relaciones cercanas con los jugadores, que van más allá de lo deportivo, incluyendo intercambios de recetas y gestos de apoyo mutuo.
Lola, originaria de Córdoba, se siente madrileña desde 1971 y ha convertido su amor por el Rayo en un estilo de vida. “Tengo amistad con casi todos, incluso con los que ya se han ido”, comenta. La conexión que establece con los jugadores es tal que se convierte en una figura maternal para muchos de ellos. Su dedicación se manifiesta en pequeñas atenciones como llevarles magdalenas después de los entrenamientos. “El jugador que viene al Rayo sabe que es un equipo pequeño. Mi marido está enfermo y los jugadores lo llevaron al vestuario por su cumpleaños. Son cosas que te llegan al alma”, relata emocionada.
Un vínculo a través de la cerveza artesanal
Arturo Casas, por su parte, combina su trabajo como montador aeronáutico con su pasión por el Rayo y la elaboración de cerveza artesanal. Desde 2008, él y un amigo fundaron una pequeña marca llamada Melopea, donde producen cervezas que han comenzado a ganar reconocimiento en la comunidad local. “No somos una empresa al uso, actuamos como una asociación. Algunos bares en Vallecas, Pinto o Fuenlabrada se han convertido en puntos de referencia”, explica Arturo. Sus cervezas, con una variedad de sabores y grados de alcohol, han llegado también a la plantilla del Rayo, quienes han disfrutado de sus creaciones en varias ocasiones.
Arturo y Lola comparten un enfoque similar en cuanto a los valores del club, que se centran en la valentía, el coraje y la nobleza. “Lo montamos en un coche y le enseñamos el vecindario, el campo donde va a jugar y qué es lo que se les pide. Que luchen hasta el final y sientan los colores”, explica Arturo. Este ambiente familiar y la ideología antirracista y antifascista que caracteriza al Rayo Vallecano son aspectos que ambos valoran profundamente. “La humildad nos diferencia de otros equipos que se creen dioses”, concluye Lola.
La relación entre los aficionados y los jugadores del Rayo es un ejemplo de cómo el fútbol puede crear lazos que trascienden lo deportivo. Tanto Lola como Arturo son reflejo de un compromiso que va más allá de ganar partidos, buscando crear un ambiente de camaradería y apoyo en el club. Este año, celebran el centenario de la agrupación con el mismo fervor y dedicación que los ha caracterizado a lo largo de los años.