Donald Trump, al asumir la presidencia de Estados Unidos, se enfrenta a un panorama energético marcado por una caída esperada en los precios del petróleo. Aunque su deseo de reducir los precios puede hacerse realidad, no será gracias a sus políticas, sino a factores estructurales del mercado. La producción de petróleo en EE. UU. está alcanzando niveles récord, mientras que la demanda en China, el mayor importador mundial, muestra signos de desaceleración a medida que su recuperación económica post-pandemia pierde impulso.
La percepción negativa del mercado energético ha llevado a una disminución en los precios del petróleo estadounidense, que ha caído aproximadamente un 1% en el último año, mientras que el crudo Brent, el referente global, ha bajado más del 4%. Según expertos, como Bob McNally, presidente de Rapidan Energy Group, Trump podría beneficiarse de esta situación sin que su administración tenga un impacto directo en ella.
Los países de la OPEP+, incluidos Arabia Saudita y Rusia, han decidido retrasar planes de aumento de producción hasta abril con el fin de estabilizar los precios y evitar una mayor caída. La Agencia Internacional de Energía pronostica un superávit de 950,000 barriles diarios para 2025, incluso si la OPEP+ mantiene su restricción de producción. Las proyecciones indican que el Brent podría negociarse alrededor de 65 dólares por barril en 2025 y el crudo estadounidense a 61 dólares, cifras que están más de 8 dólares por debajo de los niveles actuales.
Impacto de la política estadounidense en el mercado energético
Algunos analistas son menos pesimistas y sugieren que el mercado podría mantenerse estable, con UBS estimando que el Brent podría promediar unos 80 dólares por barril en 2025, gracias a una demanda más fuerte y un superávit menor. Sin embargo, la figura de Trump se presenta como un elemento impredecible que podría alterar esta tendencia. Su intención de imponer sanciones sobre las exportaciones de petróleo iraní y venezolano podría provocar un efecto contrario al que persigue, al restringir aún más el suministro global.
En cuanto a la producción estadounidense, se prevé que alcance un récord de 13.2 millones de barriles por día este año, con expectativas de aumentar a 13.5 millones para 2025. A pesar de esta proyección, si los precios del crudo estadounidense no se incrementan, la producción podría estabilizarse o incluso disminuir. Muchos productores de esquisto necesitan que los precios alcancen los 70 dólares por barril para operar con rentabilidad, lo que complica aún más la situación.
Las grandes compañías petroleras, como Exxon Mobil y Chevron, están adoptando estrategias diferentes en respuesta a este entorno incierto. Chevron planea recortar sus gastos de capital en 2025 en 2,000 millones de dólares, mientras que Exxon prevé aumentar sus inversiones en hasta 3,000 millones, lo que refleja una confianza en la recuperación del mercado. Esta divergencia podría ser un indicador de cómo las decisiones políticas y las condiciones del mercado interactúan en un sector tan vital.
La complejidad del mercado energético global, influenciado por factores geopolíticos y económicos, sigue siendo un tema crucial a seguir de cerca, especialmente en un contexto donde la política de grandes potencias como Rusia y otros actores se entrelaza con las decisiones de la administración estadounidense.