Los kākā, esas llamativas y traviesas cacatúas que habitan Nueva Zelanda, han logrado establecerse de nuevo en varias zonas de Wellington tras su reintroducción hace más de dos décadas. Sin embargo, su presencia no está exenta de desafíos. Con el paso del tiempo, estas aves han adaptado su comportamiento, incluso incursionando en los hogares de los residentes en busca de lugares adecuados para anidar. Aunque su naturaleza inquieta puede resultar molesta, la realidad es que los kākā enfrentan una grave crisis de supervivencia.
Declive poblacional y esfuerzos de conservación
A lo largo de los últimos 200 años, las poblaciones de kākā han sufrido una drástica disminución, especialmente tras la llegada de depredadores mamíferos traídos por los europeos. De ocupar una amplia extensión en todo Nueva Zelanda, su rango se ha reducido considerablemente, quedando restringido a algunas poblaciones aisladas que dependen de intensas iniciativas de conservación llevadas a cabo por el Departamento de Conservación y organizaciones privadas como Project Janszoon.
El control efectivo de estos depredadores introducidos es fundamental para proteger a los kākā, permitiendo que las poblaciones se mantengan y crezcan, así como que se preserve su diversidad genética. Este enfoque también facilita la dispersión natural hacia áreas donde los kākā han desaparecido. Sin embargo, los plazos necesarios para que la repoblación ocurra de forma natural suelen ser más largos de lo deseado. Por ello, se han implementado translocaciones de kākā para restablecer estas aves en sus hábitats históricos, promover el flujo genético y disminuir el riesgo de endogamia.
Las translocaciones presentan retos significativos. Existen dos subespecies de kākā: la del Norte y la del Sur, que se diferencian en tamaño y coloración del plumaje. Esta distinción ha llevado a que se trate a cada subespecie de forma separada durante los traslados. Aunque esta estrategia conservadora busca preservar la unicidad de cada subespecie, limita el número de aves que pueden ser reubicadas y, en consecuencia, restringe la diversidad genética de las futuras generaciones.
Investigaciones recientes sobre la genética de los kākā han revelado que, a pesar de la falta de diferencias genéticas marcadas entre las dos subespecies, persiste la incertidumbre acerca de los factores que mantienen sus diferencias morfológicas. Un estudio exhaustivo llevado a cabo por un equipo de investigadores analizó más de 100,000 fragmentos del genoma de estas aves, pero no logró identificar distinciones claras. Esto sugiere que la mezcla de poblaciones podría ser más común de lo que se pensaba, lo que plantea interrogantes sobre la clasificación actual de estas subespecies.
La combinación de conocimientos tradicionales maoríes y las herramientas moleculares más avanzadas podría ser la clave para una conservación más eficaz de los kākā. Existen relatos históricos que mencionan una mayor diversidad de formas de kākā en tiempos anteriores, lo que lleva a especular si las actuales divisiones entre las subespecies son el resultado de un declive poblacional más que de un aislamiento natural. La investigación continua y el diálogo con las comunidades locales son esenciales para entender mejor la historia evolutiva de estas aves y su futuro en el ecosistema neozelandés.