La guerra en Ucrania está provocando hambre a miles de kilómetros de los campos de batalla, según un estudio publicado en Communications Earth & Environment. Tras casi tres años de conflicto en lo que se conoce como el «granero del mundo», las tierras agrícolas han sido devastadas y los trabajadores que cultivan, cosechan y procesan productos como el trigo, la cebada y la avena se han visto obligados a huir. A esto se suman las prohibiciones de exportación de otros países, lo que ha generado un efecto dominó en el comercio global y ha trastocado los sistemas de suministro de alimentos.
Sin embargo, comprender la magnitud de estas interrupciones, quiénes han sido los más afectados y quiénes han salido beneficiados ha resultado complicado. Un grupo de investigadores del Centro de Integración y Sostenibilidad de Sistemas de la Universidad Estatal de Michigan ha liderado un esfuerzo único, utilizando imágenes satelitales para cuantificar la pérdida de tierras agrícolas y empleando un método holístico denominado metacoupling framework y análisis de redes para examinar las conexiones dentro de una región, entre áreas vecinas y en distancias más lejanas.
Impacto desigual en la seguridad alimentaria global
«El aspecto más sorprendente de nuestra investigación es su capacidad para conectar un conflicto regional con sus impactos de gran alcance en la accesibilidad alimentaria global», afirmó Nan Jia, estudiante de doctorado y autor principal del estudio.
Los riesgos son elevados. Modelos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura sugieren que 13 millones de personas más estarían subalimentadas en 2022 debido a la guerra entre Rusia y Ucrania. La producción perdida de tres cereales de invierno en Ucrania en 2021 podría haber satisfecho las necesidades calóricas de 76 millones de adultos durante un año.
El estudio reveló que, en lo que respecta al trigo, la cebada y la avena, la guerra ha tenido un impacto mucho mayor en países lejanos que en aquellos colindantes con Ucrania, afectando desproporcionadamente a las naciones más pobres. «Es notable cuán interconectado está nuestro mundo: un evento en una parte del globo puede llevar a la inseguridad alimentaria a miles de kilómetros de distancia», declaró Jianguo «Jack» Liu, titular de la Cátedra Rachel Carson en Sostenibilidad y autor senior del estudio.
Los países distantes de Ucrania han sufrido desproporcionadamente, enfrentando mayores costos y menos opciones para asegurar sus suministros alimentarios. Entre ellos, naciones de bajos ingresos en África como Sierra Leona, la República Democrática del Congo y Somalia, así como Montenegro, Albania y Bielorrusia en Europa, han sido las más afectadas, al carecer de recursos para adaptarse a los precios en alza o encontrar proveedores alternativos.
No obstante, en medio de esta adversidad, el estudio también reveló un atisbo de esperanza: con el tiempo, grandes países exportadores como Estados Unidos, Canadá y Australia han aumentado su producción, parcialmente compensando los vacíos dejados por Ucrania. Sin embargo, estos cambios pueden comprometer la biodiversidad en los países exportadores, como se evidenció en otro trabajo titulado «Impactos teleacoplados de la guerra Rusia-Ucrania en la expansión de tierras agrícolas globales y la biodiversidad», publicado en Nature Sustainability.
Al poner de manifiesto las vulnerabilidades ocultas en los sistemas alimentarios globales, el estudio subraya la necesidad de cooperación internacional para garantizar la seguridad alimentaria. «Los responsables de políticas y las organizaciones globales pueden utilizar estas ideas para construir redes alimentarias más resilientes, invertir en la producción local en países vulnerables y crear estrategias para mitigar los impactos de futuras crisis», concluyó Jia.