El filme Babygirl, que ha generado gran expectación desde su estreno en el Festival de Cine de Venecia, se ha convertido en uno de los títulos más comentados del año 2025. La película, protagonizada por Nicole Kidman, narra la historia de Romy, una mujer que decide arriesgarlo todo por una intensa relación extramarital que le permite explorar sus deseos más profundos.
Romy es una exitosa ejecutiva tecnológica que lleva una vida aparentemente perfecta junto a su marido Jacob, interpretado por Antonio Banderas, y sus dos hijas adolescentes. Sin embargo, su vida no es tan sencilla como parece. La trama se desarrolla en un contexto donde el éxito profesional y la vida personal parecen estar en desacuerdo. Desde las primeras escenas, se establece que Romy vive en una especie de ‘modo automático’, donde sus deseos sexuales son reprimidos y donde la búsqueda de satisfacción se convierte en una lucha interna. Tras una experiencia sexual con su esposo, Romy recurre a su ordenador para satisfacer sus ansias a través de contenido erótico, lo que sugiere una desconexión entre su vida sexual y sus verdaderos deseos.
La vida de Romy da un giro cuando inicia una relación con Samuel, un joven interno que despierta en ella un interés por el juego de roles y la dominación. A medida que su relación se desarrolla, surgen preguntas sobre la naturaleza de su conexión: ¿es un viaje hacia la autoexploración o una sumisión a un hombre que podría destruir su vida? La tensión en la narrativa se intensifica cuando Samuel revela su poder sobre ella, sugiriendo que podría arruinar su vida profesional con una simple llamada telefónica.
El filme, dirigido por Halina Reijn, se aleja de la simple clasificación como un drama erótico para adentrarse en un análisis más profundo de los deseos humanos, la vulnerabilidad y las dinámicas de poder. Reijn, conocida por su anterior trabajo en Bodies Bodies Bodies, logra evitar los clichés típicos del género, presentando a los personajes de manera compleja y realista. La directora no emite juicios morales sobre las decisiones de los personajes, lo que permite una exploración más matizada del deseo humano y sus consecuencias.
A lo largo de la película, el humor se entrelaza con los momentos de tensión, creando un equilibrio que enriquece la narrativa. Escenas que incluyen detalles como un vaso de leche en un bar o la elección musical de canciones icónicas de INXS y George Michael aportan un tono ligero a la historia, al tiempo que refuerzan la crítica a las expectativas sociales sobre las relaciones y el matrimonio. La elección de que Jacob dirija una obra de Ibsen, Hedda Gabler, sobre una mujer atrapada en un matrimonio sin futuro, añade una capa de ironía a la trama.
Nicole Kidman ofrece una interpretación cautivadora, mostrando la complejidad emocional de Romy con sutileza. Su capacidad para transmitir vulnerabilidad y conflicto interno es notable, y su química con Harris Dickinson, quien interpreta a Samuel, añade una dimensión adicional a la historia. Ambos actores logran equilibrar la tensión sexual con momentos de humanidad, evitando caer en la caricatura.
A pesar de sus muchas virtudes, Babygirl presenta algunas debilidades, como la tendencia a explicitar en exceso su mensaje en los momentos finales y la notable ausencia de desnudez masculina, lo que podría considerarse una omisión en su exploración de las dinámicas de género. Aun así, la película se erige como un comentario audaz sobre la cultura contemporánea y los tabúes relacionados con la sexualidad, ofreciendo un mensaje sex-positive que aboga por la comunicación abierta sobre los deseos y necesidades en las relaciones.
Con Babygirl, Halina Reijn se establece como una voz relevante en la cinematografía actual, desafiando las narrativas convencionales y ofreciendo una reflexión necesaria sobre el deseo, la vulnerabilidad y el poder en las relaciones modernas.
