La inmensa capa de hielo de la Antártida, con una media de dos kilómetros de grosor y una extensión casi dos veces mayor que la de Australia, alberga suficiente agua dulce como para elevar el nivel del mar global en 58 metros. Sin embargo, se prevé que la pérdida de hielo de esta capa sea el principal motor del aumento del nivel del mar para el año 2100, aunque su contribución exacta sigue siendo incierta. Las proyecciones varían desde un aumento de 44 centímetros hasta una caída de 22 centímetros, lo que pone de manifiesto la complejidad de los procesos que la regulan.
Gran parte de esta incertidumbre radica en que los procesos oceánicos que afectan a la capa de hielo se desarrollan a escalas extremadamente pequeñas, difíciles de medir y modelar. No obstante, recientes avances científicos han permitido profundizar en lo que se denomina la «capa límite hielo-oceanica», un aspecto fundamental en el estudio del deshielo antártico, que ha sido objeto de un nuevo artículo de revisión publicado en Annual Reviews.
Desgaste y derretimiento de los glaciares
Los glaciares antárticos fluyen hacia el Océano Austral y forman plataformas de hielo flotantes que actúan como estabilizadores de la capa de hielo. Sin embargo, estas plataformas están en retroceso. La fusión basal, un proceso en el que el océano derrite el hielo desde abajo, ha llevado a un adelgazamiento y una retirada de la capa de hielo en ciertas regiones, contribuyendo al aumento del nivel del mar. Además, este fenómeno ha ralentizado la corriente más profunda del sistema de circulación oceánica, que transporta agua alrededor del planeta.
Las interacciones en la capa límite hielo-oceánica son complejas y ocurren en un entorno frío y remoto, lo que ha dificultado su estudio. Sin embargo, los avances en simulaciones por ordenador han comenzado a ofrecer nuevas perspectivas sobre cómo el océano derrite las plataformas de hielo antárticas. Investigadores de diferentes partes del mundo están analizando el flujo oceánico a microescala que suministra calor al hielo y, por ende, determina su velocidad de fusión.
Hasta el momento, se han identificado múltiples relaciones entre las condiciones oceánicas (temperatura, salinidad y velocidad de las corrientes) y los diferentes regímenes de fusión. La forma de la capa de hielo juega un papel crucial, ya que el agua de deshielo es más ligera que el agua del océano circundante, lo que provoca que el agua dulce se acumule en las depresiones de la parte inferior de la capa de hielo, ralentizando su fusión. En el caso de las pendientes pronunciadas, este efecto aislante es mucho menor, lo que facilita el contacto del agua de deshielo con aguas oceánicas más cálidas y acelera el derretimiento.
Recientemente, el uso de robots submarinos equipados con sonar y cámaras ha permitido obtener datos sin precedentes sobre el entorno que se encuentra debajo de las plataformas de hielo. Estos robots han revelado un paisaje helado sorprendente, compuesto por diversas características de hielo que varían desde centímetros hasta kilómetros de tamaño. Entre estas, se encuentran crevasses y depresiones, formadas tanto por fracturas en el hielo como por procesos de fusión.
A pesar de los avances en el entendimiento de la fusión basal y la dinámica del paisaje de hielo, persisten incertidumbres. Nuevos modelos informáticos que permiten simular la evolución de la interfaz entre el hielo y el agua están comenzando a mostrar comportamientos autoescultores del deshielo, similar a cómo se forman y mueven las dunas en un desierto. Sin embargo, se requieren modelos adicionales para simular la formación y evolución del paisaje helado en su totalidad.
Estos recientes avances están contribuyendo a reducir la incertidumbre en la comprensión del impacto de la capa de hielo antártica en el aumento del nivel del mar global. Sin embargo, integrar este nuevo conocimiento sobre la fusión basal en los modelos climáticos y de capas de hielo sigue siendo un desafío significativo. Superar este obstáculo es urgente, ya que una representación precisa de la fusión en los modelos ayudará a disminuir la profunda incertidumbre en las proyecciones de aumento del nivel del mar, especialmente a medida que las condiciones oceánicas y los regímenes de fusión de las plataformas de hielo cambien en el futuro.