En los últimos años, ciudades de distintas partes del mundo han sido devastadas por incendios devastadores. Desde Los Ángeles hasta el estado de Colorado, pasando por las regiones del sur de los Apalaches, la isla de Maui, Canadá, Australia, Portugal y Grecia, los incendios forestales han cobrado una magnitud alarmante. Este fenómeno plantea una pregunta inquietante: ¿estamos ante un futuro incierto y extraño, carente de un hilo narrativo que conecte el pasado con el presente? Sin embargo, un análisis más profundo revela que existe tanto una narrativa como un paralelo histórico que nos ayuda a comprender esta crisis. La narrativa se remonta a la relación ininterrumpida entre la humanidad y el fuego, una conexión que ha definido nuestra existencia como especie. Por otra parte, nuestro uso del fuego ha alcanzado tal escala en los últimos siglos que estamos creando un equivalente del período glacial, pero en términos de fuego.
El fuego como principio organizador
Desde el final de la última glaciación, hace aproximadamente 11,500 años, la humanidad ha estado moldeando el planeta a través del fuego. Este proceso ha hecho que los paisajes sean más propensos al fuego. Investigaciones recientes sugieren que una despoblación masiva, especialmente en las Américas, permitió que los bosques recuperaran terreno, lo que podría haber contribuido a la llegada de la Pequeña Edad de Hielo entre los siglos XVI y XIX. Sin embargo, a pesar de estas interacciones históricas, los límites de este proceso han sido evidentes. La coexistencia de fuego y vida se ha desarrollado a lo largo de 420 millones de años, y las dinámicas ecológicas han restringido cómo los humanos podían manipular el fuego dentro de los ecosistemas terrestres. Con la quema masiva de combustibles fósiles, el carácter de este proceso ha cambiado drásticamente, ya que ahora existe un fuego moderno que puede arder en cualquier momento y lugar, lo que desencadena el cambio climático y, a su vez, contribuye a condiciones más propensas a los incendios forestales.
La transición hacia una civilización basada en combustibles fósiles también ha alterado la forma en que las personas viven en la tierra, cómo diseñan las ciudades y cómo gestionan las comunidades periurbanas. En lugar de enfrentar los incendios forestales con métodos de control tradicionales, las sociedades modernas recurren a herramientas industriales como bombas, motores y aviones, lo que lleva a una interacción compleja entre los incendios en paisajes vivos y los incendios derivados de la actividad humana. Este fenómeno, denominado «transición pira», ha llevado a una competencia y colaboración entre estos dos tipos de fuego, a menudo con consecuencias fatales. A medida que el cambio climático se intensifica, los incendios se convierten en un reflejo de las alteraciones que hemos causado en el planeta, sugiriendo que hemos entrado en una nueva era geológica caracterizada por el fuego, lo que algunos denominan el «Pyroceno».