Astrónomos han logrado, por primera vez, observar en tiempo real el momento en que un agujero negro supermasivo en el corazón de una galaxia distante expulsa un chorro de material a una velocidad equivalente a un tercio de la velocidad de la luz. Este fenómeno se manifiesta a través de dos chorros que alcanzan aproximadamente medio año luz de ancho.
El agujero negro en cuestión, que posee una masa aproximadamente 1,4 mil millones de veces la del Sol, se encuentra en el centro de la galaxia designada como 1ES 1927+654, situada a unos 270 millones de años luz en la constelación de Draco. La líder del equipo de descubrimiento, la astrónoma Eileen Meyer de la Universidad de Maryland, destacó que «el lanzamiento de un chorro de agujero negro nunca antes había sido observado en tiempo real». Según su análisis, la expulsión del material podría haber comenzado antes, cuando los rayos X aumentaron antes del destello de radio, y el chorro estuvo oculto a nuestra vista por gas caliente hasta que emergió a principios de 2023.
Un gigante «dormido» cobra vida
El interés de los astrónomos por el agujero negro de 1ES 1927+654 se avivó en 2018, cuando se produjo una erupción significativa visible en luz óptica, ultravioleta y rayos X. Tras un periodo de inactividad de un año, volvió a mostrar actividad en rayos X en abril de 2023, lo que llevó a un equipo de investigadores a reanudar su observación utilizando una variedad de telescopios, incluido el Very Long Baseline Array (VLBA). Este equipo tiene la capacidad de distinguir características de menos de un año luz, incluso a 270 millones de años luz de distancia, y lo que encontraron fue un destello de radio muy inusual.
Las imágenes de radio de 1ES 1927+654, obtenidas entre febrero y mayo de 2024, revelaron estructuras emergentes que parecen ser chorros de gas altamente ionizado, o «plasma», que estallan desde ambos lados del agujero negro tras un fuerte destello de radio. Esta observación marca un avance significativo en la comprensión de cómo se desarrollan inicialmente estos potentes chorros astrofísicos, lo que podría abrir nuevas vías para el estudio de los agujeros negros y su influencia en el entorno galáctico.