La situación del Mar Muerto se ha convertido en un auténtico desastre ecológico, una tragedia que se ha ido desarrollando a lo largo de los años sin que se vislumbre una solución efectiva a la vista. Este emblemático destino turístico, famoso por sus aguas salinas y su capacidad para permitir que los bañistas floten, ha visto cómo sus playas se han cerrado al público debido a la aparición de peligrosos sumideros y a la drástica reducción de su nivel, que ha retrocedido más de un metro por año desde la década de 1960.
La región de Ein Gedi, que alguna vez fue un vibrante centro turístico, ahora presenta un panorama desolador, con cabañas de salvavidas abandonadas y un muelle oxidado que se alza solitario junto a un mar en retirada. Esta decadencia se debe a la combinación de la explotación industrial y al cambio climático, que han acelerado la evaporación natural de sus aguas.
Un desastre ecológico en el corazón del conflicto
El Mar Muerto, ubicado en la intersección de los territorios israelí, jordano y palestino, ha estado en un estado de declive durante años. El flujo de agua dulce de su principal afluente, el río Jordán, ha sido desviado para satisfacer las necesidades agrícolas e industriales de la región, mientras que fábricas locales extraen minerales como potasio y magnesio, contribuyendo aún más a la crisis hídrica. Este fenómeno ha sido denominado por expertos como un «desastre ecológico» que no solo afecta al medio ambiente, sino que también perjudica gravemente al turismo israelí.
A pesar de los intentos de cooperación regional y de acuerdos pasados entre Israel y Jordania, las tensiones políticas y los conflictos en la región han relegado la cuestión del Mar Muerto a un segundo plano. En este contexto, el gobierno israelí ha estado explorando soluciones como la construcción de instalaciones de desalación y la posibilidad de un canal que aporte agua a la región, aunque los expertos advierten que estas medidas necesitan ser parte de un esfuerzo conjunto con Jordania.
La preocupación por el futuro del Mar Muerto se agrava aún más con la reciente omisión de este tema en conferencias internacionales, como la COP29, donde el cambio climático y sus efectos sobre los ecosistemas acuáticos fueron discutidos, pero el caso del Mar Muerto permaneció en la sombra. A medida que la situación se torna más urgente, tanto los ecologistas como los habitantes de la región claman por una solución que trascienda las disputas territoriales y permita abordar esta crisis de forma colaborativa.
En medio de la desolación, los pocos resorts que quedan operan en estanques de evaporación artificial al sur del Mar Muerto, mientras que los recuerdos de un destino turístico vibrante se desvanecen. Los testimonios de jóvenes que visitan lo que queda de este paraíso perdido reflejan una sensación de nostalgia y frustración ante la devastación del paisaje que una vez fue un lugar de relajación y bienestar.
Sin embargo, el camino hacia la recuperación del Mar Muerto parece complicado. La necesidad de un enfoque conjunto, que contemple tanto las dimensiones económicas como ambientales, es más relevante que nunca. A medida que las autoridades israelíes y jordanos buscan alternativas, el tiempo avanza y el futuro del Mar Muerto se encuentra en una encrucijada.
