La reciente colisión entre un helicóptero Black Hawk del Ejército de Estados Unidos y un avión de American Airlines, que se produjo el 30 de enero de 2025 sobre el río Potomac, ha dejado un trágico saldo de 64 muertos. Este incidente, considerado el accidente aéreo más mortífero en Estados Unidos desde 2001, ha suscitado interrogantes sobre la gestión del tráfico aéreo en una de las zonas más congestionadas del país.
Los equipos de búsqueda y rescate continúan recuperando cuerpos y evidencia del lugar del accidente, mientras que las autoridades investigan las circunstancias que llevaron a esta fatal colisión. Se ha confirmado que el vuelo 5342 de American Airlines, que se encontraba en un descenso final a unos 300 pies de altitud, impactó con el helicóptero militar en el área cercana al Aeropuerto Nacional Reagan, lo que generó una explosión devastadora.
Investigación y regulaciones en el espacio aéreo
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, informó que el helicóptero se encontraba realizando un vuelo de entrenamiento anual. Según las normativas de la Administración Federal de Aviación (FAA), los helicópteros que operan en la zona de Washington deben volar a un máximo de 200 pies de altura. Sin embargo, el presidente Donald Trump ha señalado en sus declaraciones que el helicóptero «volaba demasiado alto», sugiriendo que pudo haberse producido un error de elevación en el momento del accidente.
La investigación está a cargo de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), que ha comenzado a analizar los datos de vuelo y las grabaciones de la cabina del avión. A pesar de que la FAA planea imponer restricciones adicionales al tráfico de helicópteros en la zona del aeropuerto, es importante recordar que Washington D.C. tiene un sistema de tráfico aéreo bien definido que incluye zonas específicas para helicópteros, lo que debería haber minimizado el riesgo de este tipo de incidentes.
Las declaraciones de funcionarios sobre lo ocurrido han resaltado la complejidad del entorno aéreo de la capital estadounidense, donde helicópteros y aviones comerciales coexisten en un espacio aéreo extremadamente congestionado. La combinación de la falta de controladores de tráfico aéreo en el turno de la noche y la reciente ola de cancelaciones de vuelos debido al mal tiempo ha exacerbado la situación, generando preocupación entre los legisladores y el público sobre la seguridad del transporte aéreo en la región.
La tragedia, que pone de relieve las vulnerabilidades del sistema de aviación civil estadounidense, también plantea preguntas sobre la eficacia de las regulaciones actuales y la necesidad de una revisión exhaustiva de los protocolos de seguridad existentes. A medida que se desarrolla la investigación, la comunidad internacional observa con interés la respuesta del gobierno estadounidense ante este lamentable suceso, que ha marcado un hito trágico en la historia de la aviación en el país.
