La diversidad genética es un pilar fundamental para la supervivencia de las especies en un mundo cada vez más amenazado por el cambio climático, la pérdida de hábitats y la presión humana. Un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista Nature ha revelado una alarmante pérdida de esta diversidad a nivel global, afectando especialmente a aves y mamíferos. Este análisis, realizado por un equipo de 57 científicos de 20 países, revisó más de 80,000 artículos científicos durante tres décadas, destacando la gravedad de la situación y proponiendo estrategias para mitigar estos efectos.
La investigación subraya cómo, a medida que las poblaciones de especies disminuyen, su diversidad genética se erosiona, lo que limita su capacidad para adaptarse a nuevas amenazas como enfermedades y cambios ambientales. Este fenómeno es particularmente preocupante en un contexto en el que se estima que muchas especies están en peligro de extinción.
Importancia de la diversidad genética
La diversidad genética se refiere a la variedad de genes dentro de una especie y es crucial para su resiliencia. Cada organismo posee un conjunto único de variantes genéticas que determinan sus características físicas y comportamentales. Esta variabilidad es el resultado de mutaciones, algunas de las cuales pueden ser beneficiosas y permitir a las poblaciones adaptarse a su entorno. Por ejemplo, en el caso de las algas doradas en Australia, aquellas con mutaciones que les permitían prosperar en aguas más cálidas sobrevivieron a una ola de calor marino, ilustrando cómo la diversidad genética puede ser la clave para la supervivencia.
El estudio revela que, a pesar de la alarmante pérdida de diversidad genética, existen múltiples estrategias de conservación que pueden ser implementadas para ayudar a mantener o incluso aumentar esta diversidad. Se identificaron cinco acciones clave que pueden contribuir a la resiliencia de las especies.
1. Suplementación de poblaciones: Esta técnica implica añadir individuos a una población existente para mejorar la diversidad genética. Los ejemplos de éxito, como el traslado de aves en Nueva Zelanda, demuestran que el intercambio entre poblaciones aisladas puede resultar en una descendencia más sana y robusta.
2. Control poblacional: En ciertos casos, reducir el número de individuos puede beneficiar a la población en su conjunto al disminuir la competencia por recursos. Un ejemplo se encuentra en la gestión de la trucha de arroyo en Estados Unidos, donde se mantuvo la diversidad genética a través de un control efectivo de la reproducción.
3. Restauración de ecosistemas: La rehabilitación de hábitats naturales contribuye a mantener la diversidad genética a largo plazo. Los esfuerzos de restauración en el hábitat del pollo de pradera han demostrado ser cruciales para la recuperación de esta especie amenazada.
4. Control de especies no nativas: La competencia entre especies puede ser devastadora para las poblaciones en peligro. La regulación de las poblaciones de zorro rojo en Suecia ha permitido la recuperación del zorro ártico, evidenciando cómo el control de especies invasoras puede favorecer la diversidad genética.
5. Introducciones y reintroducciones de conservación: Establecer nuevas poblaciones en sitios adecuados o restaurar poblaciones en áreas donde previamente existieron puede tener resultados mixtos. Sin embargo, un enfoque cuidadoso y planificado ha demostrado ser eficaz, como en el caso del bandicut dorado en Australia.
El estudio concluye que, aunque la diversidad genética está en peligro, las acciones de conservación, especialmente la suplementación de poblaciones, pueden mejorar la salud genética de las especies amenazadas. La participación activa de la comunidad también es esencial; desde la plantación de especies autóctonas en jardines hasta la colaboración con grupos de conservación, cada pequeño esfuerzo cuenta en la lucha por preservar la biodiversidad y la salud del planeta.