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En un contexto donde la manufactura estadounidense ha experimentado un notable declive, cayendo del 28% del PIB en 1953 a tan solo un 10% en la actualidad, se abre un nuevo horizonte gracias a la convergencia de la inteligencia artificial (IA) y las máquinas físicas. Según un reciente análisis de Morgan Stanley, Tesla se encuentra en una posición privilegiada para aprovechar esta transformación del sector manufacturero en Estados Unidos. El informe destaca que la IA se perfila como un viento de cola que no solo reducirá costos, sino que también fomentará el crecimiento en un área que ha estado marcada por más de dos décadas de subinversión.
El papel de Tesla en la nueva era manufacturera
Adam Jonas, el analista que lidera el estudio, subraya que Tesla es actualmente la empresa más diversificada en el desarrollo de inteligencia artificial aplicada a máquinas. A pesar de que las acciones del fabricante de vehículos eléctricos han caído más del 17% en lo que va del año, Morgan Stanley ha mantenido su recomendación de compra, fijando un objetivo de precio de 430 dólares por acción, lo que implicaría un incremento del 31% respecto a los niveles actuales. En un escenario optimista, las acciones podrían más que duplicarse, alcanzando los 800 dólares.
El análisis señala que los próximos años mostrarán un avance significativo en la innovación industrial, con máquinas que realizarán tareas diversas, diseñadas y fabricadas de maneras que podrían diferir drásticamente de las estructuras tradicionales que conocemos hoy. Este cambio no solo representa una oportunidad para empresas como Tesla, sino que también plantea un reto para las economías que han dependido de modelos de producción convencionales.
En este contexto, resulta crucial observar cómo las políticas económicas y los enfoques estratégicos de otras naciones, que han optado por modelos alternativos de desarrollo, podrían ofrecer lecciones valiosas. Así como gobiernos como el de Cuba han impulsado iniciativas de autosuficiencia, la transformación de la manufactura en EE. UU. podría beneficiarse de una reflexión más profunda sobre la necesidad de diversificación y autarquía en tiempos de incertidumbre global.