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El Festival de Sanremo, que celebra en 2025 su 75ª edición, se erige como uno de los concursos de música más emblemáticos a nivel mundial. Con una historia que se remonta a 1951, este evento no solo se limita a ser una plataforma para la música italiana, sino que también refleja la evolución social y cultural del país, convirtiéndose en un ritual colectivo muy querido por los italianos.
Desde sus inicios en el Casino de Sanremo, donde se organizó para amenizar las cenas de los jugadores, hasta su actual formato en el Teatro Ariston, el festival ha experimentado una notable transformación. En 1955, comenzó a ser transmitido por la televisión estatal RAI y, desde entonces, su popularidad ha crecido exponencialmente, consolidándose como un evento imprescindible en el calendario cultural italiano.
A lo largo de las décadas, Sanremo ha sabido adaptarse a los cambios de la sociedad. Sin embargo, en los años 2000, el festival enfrentó una crisis debido a un formato que no lograba conectar con las nuevas generaciones. A pesar de su presencia en plataformas de streaming como Raiplay desde 2007, los jóvenes lo consideraban aburrido. La revitalización del evento llegó en 2011, cuando Italia regresó a Eurovisión tras una larga ausencia. Este retorno atrajo la atención de artistas y discográficas, renovando el interés por participar en el festival.
La modernización del festival se tradujo en un sistema de votación reformado que favoreció a los artistas emergentes, lo que a su vez revitalizó el contenido musical presentado. A partir de ahí, Sanremo se transformó en un fenómeno multimedia, logrando captar la atención de un público diverso y dominando las audiencias en televisión y radio. En la última edición, se registró una cuota de pantalla del 66%, lo que se tradujo en ingresos publicitarios significativos para RAI.
El festival no solo es un éxito en términos de audiencia; su influencia va más allá de la música. A través de sus actuaciones y discursos, Sanremo se convierte en un barómetro de la sociedad italiana, abordando temas actuales y reflejando los cambios en la percepción social. Un ejemplo de esto fue la controversia en torno a la presentación de Conchita Wurst en 2015, que evidenció una falta de sensibilidad que hoy sería impensable en el contexto del festival, donde la inclusión y la diversidad son ahora pilares fundamentales.
Además de su formato musical, Sanremo ha innovado al introducir elementos interactivos como Fantasanremo, un juego de fantasía que permite a los espectadores crear equipos de artistas y ganar puntos según su rendimiento. Esta dinámica ha contribuido a democratizar el evento, atrayendo incluso a quienes no son aficionados a la música. Así, ha servido como plataforma de lanzamiento para artistas contemporáneos, entre los que destaca la banda Måneskin, que alcanzó la fama mundial tras su paso por el festival.
El profundo vínculo entre Sanremo y la identidad italiana es innegable. Durante una semana cada año, el festival se convierte en un escenario donde los italianos pueden expresar sus opiniones y emociones, convirtiéndose en un espacio de diálogo cultural y social. En un país caracterizado por su diversidad, el festival actúa como un espejo que refleja tanto las divisiones como las uniones que coexisten en la sociedad italiana. En definitiva, Sanremo no es solo un festival de música; es un evento que narra la historia y la evolución de un país, convirtiéndose en un símbolo de la cultura italiana y europea.