Eunice Foote: La científica que predijo el calentamiento global hace 165 años

In Ciencia y Tecnología
febrero 16, 2025

Mucho antes de que el cambio climático se convirtiera en un tema de división política y antes incluso de la Guerra Civil de Estados Unidos (1861-1865), una científica estadounidense llamada Eunice Foote documentó la causa subyacente de la crisis climática actual. En el año 1856, el breve artículo científico de Foote fue el primero en describir el extraordinario poder del dióxido de carbono para absorber calor, lo que se ha convertido en la fuerza impulsora del calentamiento global.

El dióxido de carbono es un gas incoloro, inodoro y transparente que se forma cuando se queman combustibles, como el carbón, el petróleo, la gasolina y la madera. A medida que la superficie de la Tierra se calienta, podría pensarse que el calor simplemente se irradiaría de nuevo al espacio. Sin embargo, la atmósfera se mantiene más caliente de lo esperado principalmente debido a los gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua, que absorben el calor saliente. Estos gases se denominan “gases de efecto invernadero” porque, al igual que el cristal de un invernadero, atrapan el calor en la atmósfera terrestre y lo irradian de nuevo a la superficie del planeta.

Los primeros estudios sobre el efecto del dióxido de carbono

Foote realizó un experimento simple en el que colocó un termómetro en dos cilindros de vidrio, uno de los cuales contenía dióxido de carbono y el otro aire. Al exponer ambos cilindros al sol, el cilindro con dióxido de carbono se calentó considerablemente más que el de aire, lo que llevó a Foote a concluir que este gas absorbe fuertemente el calor en la atmósfera. Su descubrimiento la llevó a advertir que, si la atmósfera tuviera una proporción más alta de dióxido de carbono que la actual, esto resultaría en un aumento de la temperatura.

Años más tarde, en 1861, el conocido científico irlandés John Tyndall también midió la absorción de calor del dióxido de carbono. Tyndall se sorprendió al comprobar que algo “tan transparente a la luz” pudiera absorber calor de forma tan intensa, lo que le llevó a realizar numerosos experimentos con esta sustancia. Además, Tyndall reconoció los posibles efectos en el clima, señalando que “cada variación” de vapor de agua o dióxido de carbono “debe producir un cambio climático” y advirtió sobre el impacto de otros gases hidrocarburos, como el metano, en el cambio climático.

Desde el siglo XIX, las actividades humanas ya estaban incrementando de forma notable la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, debido a la quema de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas. La primera estimación cuantitativa del cambio climático inducido por el dióxido de carbono fue realizada por el científico sueco Svante Arrhenius en 1896, quien calculó que la temperatura en las regiones árticas podría aumentar entre 8 y 9 grados Celsius si el dióxido de carbono se incrementara a 2,5 o 3 veces sus niveles de ese momento. Desde 1900, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado de aproximadamente 300 partes por millón a alrededor de 417 ppm, y las regiones árticas ya han experimentado un calentamiento de aproximadamente 3.8 grados Celsius.

A pesar de que los científicos inicialmente consideraron que un ligero aumento en la temperatura de la Tierra podría ser beneficioso, no pudieron prever el aumento masivo en el uso de combustibles fósiles. En 1937, el ingeniero inglés Guy Callendar documentó cómo las temperaturas en aumento estaban correlacionadas con el aumento de los niveles de dióxido de carbono, afirmando que la combustión de combustibles había añadido alrededor de 150,000 millones de toneladas de dióxido de carbono al aire en medio siglo.

En 1965, científicos advirtieron al presidente de Estados Unidos, Lyndon Johnson, sobre el creciente riesgo climático, concluyendo que “el hombre está realizando, sin saberlo, un vasto experimento geofísico”. A lo largo de los últimos años, la investigación científica ha reforzado la conclusión de que las emisiones generadas por los humanos a partir de la quema de combustibles fósiles están provocando un calentamiento peligroso del clima y una serie de efectos perjudiciales. Sin embargo, la respuesta política ha sido lenta, con algunos políticos adoptando un enfoque de negación y otros optando por esperar y ver, a pesar de las evidencias abrumadoras de que el daño y los costos seguirán aumentando.

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