
Las tormentas en España: del desierto a la inundación
La península ibérica ha sido testigo de un cambio drástico en sus condiciones climáticas en las últimas semanas. Después de un periodo de sequía severa que afectó a gran parte del país durante el año pasado, un embalse al norte de Barcelona, conocido como el embalse de Sau, reveló la existencia de una iglesia medieval que permanecía sumergida. Sin embargo, las recientes lluvias han vuelto a cubrir la iglesia de Sant Roma de Sau, marcando un giro inesperado en la climatología española. Este cambio, no exento de consecuencias, ha traído consigo inundaciones repentinas que han obligado a la evacuación de cientos de personas, el cierre de escuelas y carreteras, y la pérdida de vehículos arrastrados por el agua.
Los fenómenos meteorológicos extremos en España no son nuevos, pero han cobrado una intensidad inusitada. Durante los primeros dieciocho días de marzo, el país recibió más del doble de la precipitación esperada para todo el mes, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). En Madrid, se registró más lluvia en las primeras tres semanas de marzo que en cualquier otro mes desde que comenzaron los registros en 1893. Este patrón de sequías prolongadas interrumpidas por episodios de lluvias intensas ha sido estudiado por los científicos climáticos, quienes advierten que el cambio climático está intensificando estas fluctuaciones.
A pesar de que la sequía que comenzó en 2023 parece haber llegado a su fin, con los embalses del país alcanzando un promedio de llenado del 66%, la situación sigue siendo precaria. En Cataluña, el embalse de Sau, que abastece a Barcelona, ha pasado de estar por debajo del 5% de su capacidad el año pasado a un 48% en la actualidad. Sin embargo, los expertos advierten que la salud de los recursos hídricos en España dependerá de la cantidad de lluvia que se reciba en primavera y de las condiciones climáticas durante el verano. Aunque actualmente se estima que no habrá restricciones de agua, el riesgo de sequías sigue presente, y el cambio climático podría estar detrás de la creciente irregularidad en los patrones de precipitación, dificultando la predicción de eventos meteorológicos extremos.