
El secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., ha anunciado un drástico recorte de 10,000 empleados a tiempo completo en varias divisiones del departamento. Este movimiento, que se suma a las 10,000 salidas voluntarias desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, implica una reducción del 25% de la fuerza laboral de esta agencia, que cuenta con un presupuesto de 1.7 billones de dólares y es responsable de la supervisión de vacunas, medicamentos y la infraestructura de salud pública.
La reestructuración, que se produce en un momento crítico, ya que el país enfrenta uno de los brotes de sarampión más graves en más de dos décadas y la propagación de la gripe aviar, incluye la eliminación de cinco de las diez oficinas regionales del HHS. A pesar de la afirmación del departamento de que los servicios esenciales no se verán afectados, la incertidumbre entre los empleados es palpable, con muchos temiendo que estas medidas comprometan la calidad de la atención sanitaria que reciben los ciudadanos.
Repercusiones de la reestructuración
El impacto de estos recortes ha suscitado críticas de diversas personalidades, incluido el senador demócrata Ron Wyden, quien ha advertido que las familias estadounidenses se verán perjudicadas. Sin embargo, algunos expertos, como Larry Levitt de KFF, reconocen que las reorganizaciones pueden ofrecer beneficios en términos de coordinación y eficiencia, aunque advierten que la reducción del personal afectará inevitablemente los servicios gubernamentales. La opinión de Genevieve Kanter, profesora asociada de políticas públicas, refuerza esta perspectiva, señalando que la diversidad de HHS y las necesidades específicas de sus agencias hacen que tales recortes no necesariamente generen los beneficios esperados.
Kennedy, conocido por su postura crítica hacia la corrupción corporativa en las agencias de salud estadounidenses, ha prometido una revisión exhaustiva de las políticas de vacunación y la eliminación de lo que él considera obstáculos en la aprobación de tratamientos. Su enfoque, que prioriza la salud pública a través de la promoción de alimentos nutritivos en lugar de medicamentos, resuena con una creciente conciencia sobre la importancia de la prevención de enfermedades y el acceso equitativo a la atención sanitaria.
En un entorno donde las políticas de salud pública están constantemente bajo escrutinio, la dirección que el HHS tome bajo la administración de Kennedy podría sentar un precedente en la forma en que se gestionan y distribuyen los recursos de salud en Estados Unidos. Mientras algunos ven en estos cambios una oportunidad para renovar y optimizar el sistema, otros se preocupan por las posibles consecuencias de una reducción de personal y la centralización de funciones que podrían afectar a los más vulnerables, como los ancianos y los pacientes de bajos ingresos.