
Recientemente, hemos sido testigos de un aumento alarmante en los titulares relacionados con el fraude científico y la retractación de artículos académicos. Si esta tendencia continúa, podría representar una seria amenaza para la confianza del público en la ciencia. Para hacer frente a este problema, una posible solución es adoptar la filosofía del «slow science», o ciencia lenta, que prioriza la calidad sobre la velocidad en la producción de conocimiento.
El concepto de slow science, análogo al movimiento del slow food, busca desafiar las estructuras de incentivos que fomentan la producción masiva de investigaciones. Aunque la idea de ralentizar el progreso científico puede no parecer atractiva a primera vista, es fundamental recordar que el progreso no se mide únicamente por la rapidez, sino también por la solidez de los fundamentos científicos en los que se basan las decisiones sociales cruciales. Este proceso requiere tiempo y atención a los detalles.
Los problemas de la ciencia rápida
El enfoque actual de «ciencia rápida» ha dado lugar a una serie de problemas significativos. Al igual que en la industria alimentaria, los científicos se ven incentivados a producir el mayor número posible de investigaciones en el menor tiempo. Esta presión puede llevar a recortes en la calidad de la investigación. Por ejemplo, sabemos que contar con muestras más grandes conduce a resultados más fiables, pero la recolección de datos amplios requiere tiempo y recursos.
Además, la ciencia rápida está asociada con prácticas cuestionables. Un ejemplo hipotético podría ser el de un científico educativo que, al evaluar un nuevo método de enseñanza, descubre que no ha habido mejoras significativas en el aprendizaje. Sin embargo, al eliminar algunos datos atípicos, podría presentar resultados más favorables, lo que se considera una «práctica de investigación cuestionable». Estudios indican que hasta un 50% de los científicos han admitido haber participado en estas prácticas al menos una vez.
La ciencia rápida también está vinculada a prácticas más evidentemente poco éticas. La fabricación de datos es un fenómeno que ha cobrado fuerza, en parte por la presión para publicar rápidamente. Ha surgido una industria en torno al fraude científico, conocida como «fábricas de artículos», que producen artículos basados en datos falsificados y venden la autoría de esos trabajos.
La ciencia confiable requiere tiempo. Douglas Altman, un notable estadístico británico, describió el mantra del slow science de la siguiente manera: «Necesitamos menos investigación, mejor investigación y una investigación hecha por las razones correctas». En este sentido, la ciencia lenta se opone a la ciencia rápida, promoviendo la utilización de muestras amplias y prácticas transparentes y bien documentadas.
Una de las prácticas que ejemplifica el enfoque de la ciencia lenta es el informe registrado, donde los científicos redactan su teoría y el método propuesto para probarla antes de recolectar datos. Este proceso permite la revisión por pares y asegura que, si se siguen los métodos acordados, la publicación en la revista está garantizada, minimizando así la tentación de realizar prácticas fraudulentas.
La ciencia lenta, sin embargo, enfrenta importantes obstáculos en el entorno académico actual. Las universidades están obsesionadas con escalar posiciones en los rankings, los cuales se fundamentan en la cantidad de publicaciones. Esto crea un entorno adverso para aquellos que optan por ralentizar el proceso de investigación.
A pesar de las dificultades, existen razones para el optimismo. Se están llevando a cabo movimientos para redefinir la calidad de la investigación, teniendo en cuenta aspectos más alineados con la ciencia lenta. Iniciativas como la Declaración sobre la Evaluación de la Investigación buscan alejarse de los sistemas de clasificación que ignoran estos principios. Además, organizaciones de base están creando plataformas para una revisión por pares más abierta y rigurosa.
El desarrollo de prácticas de investigación más cuidadosas y la corrección de errores en la literatura científica son esenciales para restaurar la confianza en la ciencia. Es necesario examinar los estudios existentes para identificar aquellos que podrían estar basados en datos manipulados o no fiables. Aunque esta labor no suele resultar en publicaciones, es de suma importancia para el avance del conocimiento científico.
La ciencia que merece la confianza del público no es aquella que se produce en masa y a toda prisa, sino aquella que se construye sobre bases sólidas y que se somete a un riguroso escrutinio. La adopción del slow science podría ser un paso crucial hacia la recuperación de la credibilidad científica en nuestra sociedad.