
La urgencia de la investigación científica ante el impacto de las tecnologías digitales
La relación entre las nuevas tecnologías y la salud mental es un tema de creciente preocupación en nuestra sociedad, pero la ciencia se enfrenta a un desafío: la falta de evidencia concluyente que permita responder a las inquietudes de ciudadanos y autoridades. Amy Orben, psicóloga y líder de un grupo de salud mental y tecnologías digitales en la Universidad de Cambridge, enfatiza la necesidad de ser transparentes sobre las limitaciones de los datos actuales. La preocupación radica en que, ante la ausencia de respuestas claras, tanto los ciudadanos como los políticos tienden a recurrir a prejuicios que pueden llevar a decisiones erróneas en la regulación de tecnologías como los teléfonos móviles o la inteligencia artificial (IA).
La velocidad de desarrollo de las tecnologías digitales contrasta con el ritmo de la investigación científica, lo que genera un vacío en el conocimiento sobre sus efectos. Orben y su colega J. Nathan Matias, director de un laboratorio de ciudadanía y tecnología en la Universidad de Cornell, abogan por una aproximación más ágil a la investigación, instando a las comunidades científicas a acelerar sus esfuerzos en la recopilación de datos y en la evaluación de los impactos a largo plazo del uso de aplicaciones y chatbots de IA. En su reciente artículo en la revista Science, ambos científicos proponen cuatro medidas concretas que podrían ayudar a abordar esta brecha de conocimiento y a fomentar un debate más informado sobre los riesgos asociados al uso de tecnologías digitales.
Una de las propuestas clave es mejorar la recopilación de datos sobre las consecuencias de las tecnologías digitales en la salud pública. Esto implicaría la inclusión de información tecnológica en registros como los de mortalidad o informes de violencia, con el objetivo de tener una visión más clara de cómo estas herramientas afectan a diferentes grupos demográficos. Además, sugieren ajustar la balanza entre los beneficios económicos que las grandes empresas tecnológicas obtienen y la salud pública, planteando un cambio en la forma en que se valoran los daños potenciales. Por último, abogan por realizar experimentos sociales de manera más paralela y rápida, y por establecer listas de problemas relacionados con el uso de tecnologías digitales, basándose en un modelo similar al que se ha utilizado para regular productos químicos potencialmente dañinos. Esto permitiría un desarrollo más seguro y consciente de nuevas tecnologías, beneficiando a la sociedad en su conjunto.