
El reciente lanzamiento de los aranceles recíprocos por parte de la administración del presidente Donald Trump ha desencadenado una serie de reacciones tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Este enfoque, calificado por algunos analistas como un «huracán económico», ha comenzado a generar incertidumbre en las cadenas de suministro globales y en la confianza del mercado.
Desde la perspectiva de la administración estadounidense, se esperaba que estos aranceles incrementaran notablemente los ingresos fiscales. Sin embargo, este objetivo, que depende de que los socios comerciales acepten las reglas impuestas por Estados Unidos, ha resultado en un aumento de la tensión global y ha afectado en primer lugar a la economía interna estadounidense. En las 48 horas posteriores a la implementación de esta política, se evaporaron trillones de dólares del valor en el mercado de acciones estadounidenses, y el impacto se manifiesta en el incremento de precios de bienes de consumo y en el surgimiento de protestas masivas.
Según Goldman Sachs, las proyecciones de crecimiento del PIB estadounidense para el cuarto trimestre de 2025 han sido ajustadas a la baja, aumentando la probabilidad de una recesión en un 10%. Este ajuste responde a un endurecimiento del entorno financiero y a boicots de consumidores extranjeros, todo bajo un clima de incertidumbre política y económica.
El declive de la manufactura estadounidense
Un argumento adicional de la administración es que los aranceles podrían revitalizar la industria manufacturera en Estados Unidos. Sin embargo, atribuir los problemas de este sector a los competidores internacionales y buscar soluciones a través de políticas arancelarias resulta, en última instancia, poco efectivo. La realidad es que el descenso del sector manufacturero en Estados Unidos no se debe únicamente a la competencia exterior; factores como el avance tecnológico, la automatización y las cambiantes preferencias de los consumidores han jugado un papel crucial. Este fenómeno, lejos de debilitar la competitividad estadounidense, ha permitido una mayor especialización y ha cimentado las bases para el crecimiento económico del país en el periodo de posguerra.
La implementación de aranceles recíprocos podría, en cambio, obstaculizar los planes de repatriación de la manufactura, en parte por la falta de una cadena industrial completa. A pesar de que se ha suspendido la aplicación de algunas medidas económicas en la mayoría de los países, los aranceles altos sobre sectores clave como el automotriz y el acero seguirán afectando negativamente a la economía nacional. Un arancel base del 10% podría perjudicar a la mayoría de los fabricantes estadounidenses, incrementando los costos de producción y afectando así a toda la cadena de suministro.
La red de suministro global se ha construido durante décadas, y su fragmentación forzada conducirá a un aumento permanente de los costos de producción. Además, la repatriación de fábricas no implica solamente el regreso de la producción, sino que también requiere el desarrollo de capacidades de apoyo internas, como la disponibilidad de mano de obra cualificada y la inversión en educación y formación profesional. Todo esto no se puede lograr de la noche a la mañana.
La interdependencia económica entre China y Estados Unidos es notable, con un significativo número de empresas estadounidenses operando en el país asiático. Un intento de desvinculación forzada no solo resultará en un dolor económico inmediato, sino que también fragmentará aún más las cadenas de suministro global y elevará los costos de consumo y producción. El resultado podría ser que, en lugar de fortalecer la manufactura estadounidense, se debiliten aún más las industrias competitivas del país.
Por último, es relevante destacar que la incertidumbre generada por estas políticas proteccionistas podría erosionar la posición del dólar como moneda de reserva mundial. Recientes caídas en el índice del dólar indican una pérdida de confianza por parte del mercado, que podría llevar a los inversores a buscar refugios más seguros en otras divisas o activos como el oro. A largo plazo, las políticas proteccionistas pueden forzar a otros países a buscar alternativas al dólar, debilitando su estatus global.
Los errores del pasado, como los aranceles de Fordney-McCumber de 1922 y la Ley Smoot-Hawley de 1933, son recordatorios de que las políticas comerciales agresivas pueden tener consecuencias desastrosas, no solo para la economía nacional, sino también para la estabilidad económica global. En un contexto de globalización, es crucial que las naciones busquen soluciones colaborativas en lugar de optar por la confrontación.