
La moda modesta ha cobrado fuerza en la última década, transformándose en un fenómeno global que va más allá de la simple vestimenta. Desde su surgimiento en 2010 hasta su consolidación en 2015, este estilo ha dado lugar a eventos como las Semanas de la Moda Modesta en diversas ciudades del mundo, así como el auge de influencers dedicadas a este nicho. En 2024, el término «demure» —que se traduce como «reservado» o «modesto»— se volvió viral en TikTok y fue nombrado «Palabra del Año» por Dictionary.com, un reflejo del interés creciente por esta tendencia.
La moda modesta, en esencia, se centra en la elegancia sin la necesidad de mostrar demasiado. Sin embargo, el término ha sido objeto de críticas. Algunos consideran que la moda modesta puede perpetuar normas restrictivas sobre cómo deben vestirse las mujeres. Reina Lewis, profesora de Estudios Culturales en el London College of Fashion, señala que, históricamente, las mujeres han vestido de acuerdo con sus propias concepciones de modestia, a menudo influenciadas por convenciones religiosas y culturales.
El consumo de moda modesta está especialmente vinculado a mujeres musulmanas, que representan una parte significativa del mercado. Un estudio de The Global Islamic Report estima que las compradoras musulmanas gastaron 287 mil millones de euros en este sector en 2024 y prevé un crecimiento de 364.5 mil millones de euros para el presente año. Este auge ha llevado a muchas marcas occidentales a cambiar su enfoque, especialmente después de 2015, cuando la industria de la moda comenzó a abrirse a este segmento de consumidores tras años de reticencia.
La inclusión de la moda modesta en las grandes pasarelas se ha visto reflejada en colaboraciones notables, como la de la diseñadora musulmana Hana Tajima con Uniqlo en 2015, que marcó un hito al presentar hijabs en la colección. Desde entonces, celebridades y modelos han adoptado estas estéticas más cubiertas, aunque la moda ha pasado por ciclos de popularidad. Tras la pandemia de Covid-19, se ha observado un regreso a tendencias más ajustadas, pero la necesidad de una oferta de moda que respete la modestia persiste.
La aparición de semanas de la moda dedicadas a la moda modesta, como la creada por la consultora turca Özlem Sahin Ertas, ha permitido a diseñadores emergentes mostrar su trabajo. Estas plataformas no solo fomentan el talento, sino que también ofrecen un espacio para discutir la moda desde una perspectiva que no se limita a la religión. Ertas enfatiza que la moda modesta no debe ser etiquetada solo como «moda islámica», sino que puede ser parte de un enfoque más amplio que incluye normas de vestimenta en diversas culturas.
A pesar del crecimiento del sector, el término «modesta» ha sido criticado como una estrategia de marketing que, en ocasiones, reutiliza líneas de ropa existentes sin un verdadero compromiso con el diseño para este público. Ejemplos como las colecciones de DKNY para Eid y la controversia generada por Banana Republic ilustran los desafíos que enfrentan las marcas al intentar conectar con un mercado que no comprenden completamente. La modelo Mariah Idrissi, pionera en la moda modesta, ha señalado la importancia de colaborar con personas de la comunidad para evitar malentendidos.
El concepto de modestia ha sido objeto de debate también en el ámbito feminista. Algunas voces critican la noción de que las mujeres deben adherirse a un código de vestimenta considerado «modesto». Casos como el de Mahsa Amini, cuya detención y muerte en Irán desataron protestas contra las restricciones de vestimenta impuestas a las mujeres, subrayan la complejidad de la discusión sobre la moda modesta y su relación con la libertad femenina. A medida que el movimiento gana visibilidad, la moda modesta se convierte en un terreno fértil para el debate cultural y social, reflejando la diversidad de experiencias y opiniones que lo rodean.