
Desafíos y Adaptaciones en el Sector Vitivinícola de Nueva York
El mundo vitivinícola de Nueva York enfrenta un panorama complejo y cada vez más incierto. Scott Osborn, propietario de Fox Run Vineyards, una vasta finca de 20 hectáreas en el lago Seneca, ha cambiado su perspectiva sobre la industria. Hace una década, animaba a los nuevos viticultores a unirse al sector con entusiasmo, pero hoy su mensaje ha cambiado drásticamente: “Estás loco”, afirma. El cultivo de uvas se ha vuelto más arriesgado debido a los efectos del cambio climático, que han provocado cosechas menos predecibles y más vulnerables a condiciones meteorológicas extremas. Además, las tensiones políticas, como los aranceles impuestos durante las guerras comerciales del expresidente Donald Trump, añaden otra capa de dificultad a un sector ya complicado.
A pesar de estos retos, muchos viticultores están adoptando prácticas sostenibles con la esperanza de mitigar los efectos del calentamiento global y adaptarse a las nuevas realidades del mercado. La región de los Finger Lakes, que alberga más de 130 bodegas, es conocida por sus excepcionales vinos blancos, especialmente el riesling. Sin embargo, el cambio climático ha alterado los ciclos de crecimiento de las uvas, haciendo que los brotes salgan antes de tiempo, lo que incrementa el riesgo de heladas tardías que pueden devastar la producción. Paul Brock, profesor de viticultura y tecnología del vino, sugiere que la capacidad de adaptación a estas fluctuaciones ha otorgado a los viticultores locales una ventaja competitiva.
Para hacer frente a la crisis climática, muchos viticultores están implementando iniciativas sostenibles. Programas como el New York Sustainable Winegrowing permiten a las fincas obtener certificaciones al mejorar prácticas relacionadas con la salud del suelo y la calidad del agua. Fox Run, junto con más de 50 bodegas, ha alcanzado esta certificación y ha incorporado paneles solares que cubren el 90% de sus necesidades eléctricas. Sin embargo, no todos los viticultores han tenido la misma suerte. Algunos, como el viñedo de la séptima generación de Suzanne Hunt, se ven obligados a tomar decisiones difíciles debido a las heladas devastadoras y el cambio en las actitudes de consumo, que ha visto una caída en la demanda de vino en Estados Unidos. Estas realidades ponen en riesgo la viabilidad de muchas pequeñas bodegas en la región, que luchan por mantenerse a flote en un entorno cada vez más competitivo y desafiante.