
Un equipo internacional de astrónomos ha realizado un descubrimiento significativo al identificar la galaxia JADES-GS-z13-1, la cual se formó apenas 330 millones de años después del Big Bang. Este hallazgo, realizado con el telescopio espacial James Webb, ha revelado la emisión de hidrógeno en esta galaxia en un periodo sorprendentemente temprano de la historia del universo. JADES-GS-z13-1, que presenta un corrimiento al rojo (z) de 13, representa una de las más antiguas luces que hemos observado, atravesando el denso velo de gas que cubría el cosmos en sus inicios.
Durante esta etapa, conocida como las Edades Oscuras Cósmicas, el universo era un lugar opaco y oscuro, con una densa neblina de gas que absorbía la luz estelar. Sin embargo, la luz de JADES-GS-z13-1 ha logrado atravesar este manto de oscuridad, aportando información crucial sobre el momento en que las primeras galaxias comenzaron a iluminar el universo. Este fenómeno, conocido como la Época de Reionización, marca un periodo en el que los primeros destellos de luz comenzaron a despejar la niebla cósmica que había absorbido la radiación ultravioleta desde el Big Bang.
La galaxia JADES-GS-z13-1 y sus implicaciones
La luz de JADES-GS-z13-1, observada por los instrumentos del telescopio, se ha transformado en luz infrarroja durante su viaje a través del espacio, lo que la hace invisible al ojo humano, pero detectable por la tecnología avanzada del JWST. Este descubrimiento no solo permite a los científicos estudiar las condiciones del universo primitivo, sino que también plantea preguntas sobre la naturaleza de la radiación que provocó la reionización, si fue impulsada por estrellas normales, estrellas exóticas o agujeros negros supermasivos. La galaxia muestra una emisión inusual de radiación Lyman-α, sugiriendo que está bombardeando el hidrógeno circundante con una cantidad significativa de radiación ultravioleta, lo que podría indicar la presencia de estrellas masivas o un agujero negro supermasivo en su centro.
Si se confirma que la energía proviene de estrellas, estas tendrían que ser significativamente más grandes y calientes que las estrellas modernas. Alternativamente, si el brillo se debe a un agujero negro supermasivo, debería ser más masivo que el que se encuentra en el centro de nuestra Vía Láctea, lo que desafía los modelos actuales de formación de agujeros negros, que sugieren que no habría tenido tiempo para crecer a tal tamaño en la juventud del universo. Este descubrimiento abre nuevas líneas de investigación sobre cómo se formaron las primeras galaxias y sus agujeros negros, así como sobre el proceso de reionización que permitió al universo volverse transparente.