
La reciente decisión del secretario de Defensa de EE. UU., Pete Hegseth, de cancelar el programa Women, Peace and Security (WPS) ha suscitado un intenso debate sobre la influencia de la diversidad en el ámbito militar. Este programa, establecido en el año 2000 como parte de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, tenía como objetivo aumentar la participación de las mujeres en las instituciones públicas, especialmente en el sector de la seguridad y en roles de mediación en conflictos.
El programa WPS se fundamenta en la premisa de que mujeres, hombres, niños y niñas experimentan la guerra, la paz y la seguridad de maneras distintas. La inclusión de mujeres en las fuerzas armadas no solo se fundamenta en un principio de igualdad de género, sino también en la eficacia operativa, un aspecto que la ONU ha destacado como el principal predictor de la paz.
Un retroceso en los avances alcanzados
El estatus privilegiado que se le otorga al servicio militar en la sociedad, a menudo reservado a hombres de determinadas clases y etnias, ha sido desafiado en las últimas décadas por mujeres y minorías que luchan por una mayor igualdad. Sin embargo, la reciente medida de Hegseth parece enmarcarse dentro de una tendencia más amplia que considera que la seguridad nacional y el poder militar son incompatibles con la promoción de la igualdad racial y de género.
Esta percepción errónea se basa en la idea de que ciertos perfiles no son aptos para ser «guerreros». El ideal de soldado que promueve esta nueva doctrina es el de un hombre heterosexual, blanco y físicamente fuerte, lo que ignora las contribuciones significativas que personas de diversas identidades han hecho al servicio militar. Históricamente, unidades compuestas por minorías han demostrado ser altamente efectivas. Por ejemplo, las intervenciones del batallón pionero maorí de Nueva Zelanda en la Primera Guerra Mundial son solo una de las muchas ocasiones en las que la diversidad ha impulsado el rendimiento militar.
Además, se ha demostrado que la diversidad dentro de los equipos mejora la resolución de problemas, un requisito clave en el ámbito militar. La cancelación del programa WPS no solo representa un paso atrás en la lucha por la igualdad, sino que también podría comprometer la efectividad operativa y la capacidad de resolución de problemas en situaciones de conflicto.
La competencia en el ámbito militar no se determina por el sexo, la identidad de género, la sexualidad o la etnicidad, sino por un conjunto de habilidades aprendidas, entrenamiento, educación, capacidad física, agilidad mental y experiencia. La idea de que la eficacia operativa se ve reforzada por la homogeneidad cultural y de género es una concepción limitada que ignora el complejo entorno de la guerra moderna, donde se valoran habilidades como el análisis de inteligencia y el pilotaje de drones.
Por tanto, la decisión de cancelar el programa WPS puede obstaculizar la evolución necesaria de las fuerzas armadas ante los desafíos contemporáneos. Aunque Hegseth afirme que esto incrementará la capacidad de combate, la realidad podría ser que se está disminuyendo la eficacia operativa y la capacidad de respuesta en un mundo cada vez más complejo.