
La lectura en voz alta a los niños es una práctica que muchos padres recuerdan con nostalgia de su propia infancia. Sin embargo, un reciente informe del editor Harper Collins en el Reino Unido revela que menos de la mitad (41%) de los padres de niños de 0 a 4 años lee a sus hijos con frecuencia. Alarmantemente, más del 20% de los encuestados considera que la lectura es «más un tema de aprendizaje que una actividad divertida». Además, algunos padres dejan de leer a sus hijos una vez que estos aprenden a leer por sí mismos, bajo la errónea suposición de que esto podría fomentar la pereza y la falta de interés por la lectura independiente.
La importancia de la lectura en voz alta
Los estudios sobre las habilidades lectoras indican que existen dos tipos principales de habilidades involucradas en el aprendizaje de la lectura. Por un lado, las habilidades restringidas, que son aquellas que, una vez aprendidas, permanecen con nosotros, como el alfabeto. Por otro lado, las habilidades no restringidas, que son aquellas que seguimos desarrollando a lo largo de nuestra vida, tales como el vocabulario, la fluidez lectora y la comprensión lectora. Es esencial entender que la lectura en voz alta no solo beneficia a los niños más pequeños, sino que también puede ser crucial para los mayores.
Cuando leemos en voz alta a los más pequeños, les exponemos a ideas complejas y a un vocabulario que quizás aún no están en condiciones de descifrar por sí mismos. Este tipo de interacción no solo enriquece su desarrollo lingüístico, sino que también fortalece la conexión emocional entre padres e hijos, proporcionando momentos de cercanía y complicidad. Además, la atención plena que se brinda en esos instantes hace que la lectura se convierta en una actividad especial y memorable.
Respecto a qué leer, no es necesario limitarse a libros de capítulos. La clave está en elegir material que despierte el interés y la curiosidad de ambos. Puede ser desde un relato tradicional contado sin libro hasta poesía o artículos sobre temas de interés común, como el deporte. La relectura de un libro ilustrado favorito también puede ser beneficiosa, ya que promueve la fluidez y la comprensión del lenguaje.
No hay una frecuencia estricta en cuanto a la lectura en voz alta; lo esencial es que la actividad sea placentera. Si bien la vida familiar puede ser ajetreada, dedicar unos minutos a la semana a esta práctica puede ser más que suficiente. Si la lectura diaria no es factible, se puede optar por leer en fines de semana o en momentos específicos durante la semana. No existe una edad límite para dejar de leerles; de hecho, algunos padres continúan con esta tradición hasta que sus hijos se independizan.