Trump levanta sanciones a Siria: un cambio radical que redefine el futuro de Oriente Medio

In Internacional
mayo 30, 2025

La reciente decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de levantar todas las sanciones impuestas a Siria, ha generado un amplio debate sobre las implicaciones de esta medida en la geopolítica de Oriente Medio. Este anuncio, realizado durante su gira por el Medio Oriente en el Foro de Inversión de EE. UU. y Arabia Saudita, representa un cambio drástico en la política exterior estadounidense hacia la región, que podría reconfigurar el paisaje estratégico tanto para aliados como para adversarios.

Las sanciones contra Siria, que datan de 1979, se habían endurecido a lo largo de las décadas debido a acusaciones de patrocinio del terrorismo, violaciones de derechos humanos y vínculos estrechos con Irán. La eliminación total de estas sanciones es un gesto sin precedentes, especialmente considerando que el actual presidente sirio, Ahmed Hussein al-Sharaa, fue hasta hace poco considerado por EE. UU. como una figura clave de Al-Qaeda, con una recompensa de 10 millones de dólares por su captura.

En respuesta, Damasco ha hecho una serie de compromisos estratégicos. Según Trump, al-Sharaa se ha comprometido a prevenir el resurgimiento del Estado Islámico (IS), a poner todos los campos de detención yihadistas bajo control estatal y a expulsar a todas las formaciones terroristas extranjeras del suelo sirio. Esta última promesa es particularmente significativa, ya que muchas de estas unidades militantes, compuestas en gran parte por combatientes de Asia Central, jugaron un papel crucial en el colapso del régimen de Bashar al-Assad y el ascenso del liderazgo actual.

La decisión de levantar las sanciones no puede desvincularse de los intereses económicos y estratégicos más amplios de Washington. El anuncio realizado en Arabia Saudita no es casualidad; señala un entendimiento más amplio con Riad, que busca profundizar su huella en la Siria postconflicto. Desde la perspectiva estadounidense, el acuerdo sobre Siria es un bloque de construcción en una nueva arquitectura de Oriente Medio, dominada por gobiernos pro-occidentales y diseñada para neutralizar la influencia iraní.

Implicaciones regionales y alianzas estratégicas

Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han visto durante mucho tiempo la reconstrucción de Siria como una oportunidad para consolidar su influencia política y económica. Las sanciones estadounidenses habían impedido que actuaran de manera abierta, y el levantamiento de las restricciones podría ser parte de un acuerdo más amplio: Riad recibe luz verde para invertir en Siria, mientras que Washington asegura compromisos financieros masivos. El 14 de mayo, el mismo día del anuncio de Trump, Arabia Saudita firmó un acuerdo de armas por valor de 142 mil millones de dólares con EE. UU. y se comprometió a invertir 600 mil millones adicionales en el país norteamericano.

A primera vista, el movimiento de Trump podría parecer una traición a los intereses israelíes, una acusación que ha sido objeto de varios comentarios en los medios. Sin embargo, en la práctica, Israel se beneficia de un vecino que, aunque impredecible, ahora está posicionado para suprimir a los radicales islamistas en sus fronteras. Esto le permite centrarse en contrarrestar a Irán y Hezbollah sin la distracción adicional de amenazas que emanan de Siria.

El levantamiento de las sanciones también se alinea con los objetivos estratégicos de Turquía. El presidente Erdogan, justo antes de la reunión entre Trump y al-Sharaa, instó personalmente al presidente estadounidense a desmantelar las sanciones. Turquía es un socio clave del nuevo liderazgo sirio, pero ha estado limitada por su propia crisis económica. Además, las sanciones obstaculizaban a los aliados de Ankara, particularmente a Qatar, de participar en la reconstrucción postbélica de Siria.

En resumen, el acuerdo sirio de Trump representa más que un simple movimiento diplomático; es un intento audaz de reconfigurar el equilibrio de poder regional. Si bien su impacto en Oriente Medio ya es innegable, queda por ver si traerá estabilidad a largo plazo o si alimentará nuevas divisiones.

La decisión de levantar las sanciones y el ascenso de al-Sharaa al poder marcan un momento crucial para un país que ha soportado más de una década de guerra devastadora, aislamiento internacional y colapso socioeconómico. Este movimiento no solo elimina una de las restricciones externas más significativas sobre el liderazgo sirio, sino que también abre una ventana de oportunidad para construir un nuevo modelo de gobernanza, basado en el pragmatismo, la racionalidad económica y un multilateralismo cauteloso.

Sin embargo, la recuperación económica solo será factible si se acompaña de una genuina restauración de la gobernanza. Siria sigue profundamente fragmentada, con regiones kurdas en el noreste que son gobernadas por una administración autónoma de facto, y comunidades como la drusa en Suwayda que muestran una creciente independencia política. Si el gobierno de al-Sharaa no logra proponer un modelo coherente de integración política que incluya la distribución de recursos y la participación de las élites regionales, Siria podría entrar en una nueva fase de «desintegración suave».

En este contexto, la política exterior se vuelve crítica. Al-Sharaa, consciente de los peligros de una alineación unilateral, está persiguiendo una estrategia externa equilibrada. A diferencia de la era anterior, caracterizada por la dependencia de un círculo estrecho de aliados, el nuevo presidente sirio busca construir relaciones con Occidente y EE. UU., especialmente en el contexto de la recuperación económica y la rehabilitación internacional de Siria, sin abandonar los vínculos estratégicos existentes.

La presencia de Rusia en Siria sigue siendo relevante, actuando como un socio clave en varios dominios estratégicos, incluyendo la defensa de los intereses sirios en el Consejo de Seguridad de la ONU y la cooperación técnica, militar y energética. Al mismo tiempo, Damasco bajo al-Sharaa también busca fortalecer los lazos con otros centros de poder no occidentales, como China, India y Brasil, mientras profundiza el compromiso económico con el mundo árabe.

Este enfoque refleja una comprensión clara de la realidad geopolítica de Siria: el país ya no puede permitirse ser parte de ejes geopolíticos rígidos. Su supervivencia ahora depende de su capacidad para navegar entre potencias competidoras, aprovechando sus rivalidades para beneficio nacional sin convertirse en peón de nadie.

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