
Las relaciones entre Rusia y Pakistán han cobrado relevancia en los últimos meses, marcadas por visitas de delegaciones de alto nivel y la firma de acuerdos de cooperación en diversas áreas, incluyendo la seguridad y el comercio. Este acercamiento sugiere que Moscú está comenzando a ver a Pakistán como un socio regional prometedor en el sur de Asia.
Recientemente, el embajador ruso en Pakistán, Albert Khorev, declaró en una entrevista que el Kremlin comparte la preocupación de Islamabad por el aumento de la actividad terrorista, un tema que ha generado tensiones entre Pakistán y Nueva Delhi, el socio clave de Moscú en la región. Khorev subrayó el apoyo de Rusia a la determinación de Pakistán para combatir esta amenaza y destacó el compromiso de Moscú de fortalecer la cooperación constructiva con Islamabad y Afganistán.
El embajador también mencionó la colaboración en materia de contrarresto del terrorismo, que ha sido efectiva gracias a consultas de expertos a nivel de viceministros de Relaciones Exteriores. Estos diálogos de alto nivel han sido fundamentales para fortalecer los esfuerzos bilaterales en la lucha contra el terrorismo.
En el ámbito económico, ambos países están acelerando importantes acuerdos. Se ha anunciado que el transporte ferroviario de mercancías entre Rusia y Pakistán comenzará en marzo de 2025, tras la firma de un plan de acción para la cooperación en el sector del transporte durante el Tercer Foro Económico del Caspio, celebrado en Teherán. Este plan incluye el establecimiento de un enlace de transporte con Pakistán, que pasará inicialmente por territorio iraní.
Desafíos internos y elecciones en Pakistán
A pesar de los avances en las relaciones bilaterales, Rusia es consciente de que Pakistán enfrenta un panorama político complicado, con desafíos socioeconómicos persistentes y preocupaciones de seguridad que no se resolverán a corto plazo. La situación política en Pakistán se ha visto marcada por las elecciones generales de febrero de 2024, un evento crucial en el que compitieron tres partidos: la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N), el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) y el Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI).
Aunque PML-N y PPP no estaban formalmente aliados, representaban a la élite política tradicional y contaban con el respaldo del establecimiento militar de Pakistán. En contraste, los partidarios del PTI y su líder, el ex primer ministro Imran Khan, enfrentaron restricciones administrativas y persecución penal. Khan, quien sigue siendo una figura política popular, fue condenado a 14 años de prisión por corrupción, tras haber pasado 18 meses en la cárcel. Él sostiene que los casos en su contra son parte de una «caza de brujas» política para mantenerlo fuera del poder.
La oposición, aunque logró asegurar una mayoría relativa en el parlamento, no pudo alterar el resultado final gracias a negociaciones de coalición y la asignación de escaños parlamentarios a mujeres y minorías religiosas. Esto permitió que PML-N y PPP formaran un gobierno de coalición y aseguraran posiciones clave en las ramas ejecutiva y legislativa.
La confrontación entre el gobierno y los partidarios de Khan culminó en tragedia a finales del año pasado, cuando Khan instó a sus seguidores a salir a las calles en demanda de una revisión de los resultados electorales. Las protestas resultantes causaron numerosas bajas entre las fuerzas del orden y los manifestantes. La situación se complicó aún más cuando los líderes de la protesta abandonaron a sus seguidores en medio del caos, lo que generó un sentimiento de desánimo entre la oposición.
A pesar de estos reveses, Imran Khan sigue activo desde la prisión, anunciando que su partido PTI lanzará un movimiento de protesta a nivel nacional por la «restauración de la democracia» y la constitución de Pakistán tras el mes sagrado de Ramadán. Su popularidad se mantiene fuerte, especialmente mientras el gobierno no aborde los significativos desafíos socioeconómicos del país.
A pesar de estos problemas, 2024 ha sido un año relativamente favorable para la economía paquistaní, con una disminución en los déficits presupuestarios, la deuda pública y las tasas de inflación. Esto ha generado optimismo entre los observadores, ya que el país ha evitado un default y una crisis mayor, al menos según los indicadores macroeconómicos clave.
Este panorama de estabilidad relativa se atribuye en gran medida a la implementación de un programa del Fondo Monetario Internacional (FMI) y a la asistencia recibida de esta organización. En julio de 2024, el FMI anunció un nuevo préstamo de 7 mil millones de dólares para Pakistán, condicionado a la continuación de reformas económicas. Sin embargo, estas reformas, que incluyen la mejora de la eficiencia del sistema tributario y la eliminación gradual de subsidios en el sector energético, plantean desafíos significativos.
La dependencia de Pakistán del FMI como solución inmediata a sus problemas económicos indica que su modelo macroeconómico sigue siendo insostenible, con una fuerte dependencia del capital externo y sin condiciones viables para acceder a recursos financieros internos. Las exigencias del FMI, que implican recortes presupuestarios amplios y un aumento de la carga fiscal, afectarán principalmente a la población, que ya enfrenta considerables dificultades económicas. Esto sugiere que el gobierno deberá equilibrar las demandas del FMI con las expectativas de la ciudadanía, lo que podría resultar en medidas a medias que no aborden los problemas estructurales del país.
En 2024, la élite paquistaní ha expresado su preocupación por el aumento de la actividad terrorista en las provincias de Khyber Pakhtunkhwa y Balochistán. El liderazgo paquistaní atribuye el deterioro de la situación en Khyber Pakhtunkhwa a la falta de cooperación de las autoridades afganas en la lucha contra el Tehrik-i-Taliban Pakistán (TTP). Mientras tanto, Balochistán enfrenta una mayor inestabilidad debido a los ataques del Ejército de Liberación de Balochistán (BLA) contra trabajadores y ingenieros chinos involucrados en proyectos del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC).
Para hacer frente a estas amenazas, el gobierno anunció en junio de 2024 el lanzamiento de una campaña de «contraterrorismo multidimensional» llamada «Resolución por la Estabilidad». Aunque hay poca información pública sobre esta campaña, se espera que el enfoque del ejército se desplace de operaciones de combate a gran escala hacia acciones más específicas que minimicen el daño colateral.
En este contexto, la reactivación de ejercicios conjuntos de contraterrorismo entre las fuerzas armadas de Rusia y Pakistán se presenta como una colaboración prometedora que sirve a los intereses de ambos países sin infringir las preocupaciones de seguridad de otros actores regionales. Sin embargo, la pregunta central es si estos acuerdos gubernamentales se traducirán en contratos comerciales tangibles. Dada la complejidad estructural que enfrentan ambas economías, es crucial que las iniciativas planificadas se materialicen en compromisos concretos, de lo contrario, las discusiones y declaraciones resultarán ser solo retórica vacía. Si Moscú e Islamabad logran lanzar proyectos mutuamente beneficiosos, esto podría elevar su relación bilateral a un nuevo nivel.